El Síndrome del Impostor es un fenómeno común que afecta a muchas personas, independientemente de su nivel de éxito o competencia. Aunque no es un diagnóstico clínico, tiene un impacto significativo en la salud mental y el rendimiento de quienes lo padecen.
El término Síndrome del Impostor fue creado por las psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes en la década de 1970. En su artículo The Impostor Phenomenon in High Achieving Women: Dynamics and Therapeutic Intervention, describieron cómo muchas mujeres exitosas experimentan una incapacidad para internalizar su éxito y un miedo persistente a ser descubiertas como "fraudulentas". A pesar de pruebas objetivas de su competencia, creían que no merecían su éxito y que habían engañado a otros para alcanzarlo. Estudios posteriores han demostrado que el impacto del síndrome del Impostor no se limita a las mujeres, sino que es un fenómeno generalizado que puede afectar a cualquier persona, independientemente de su género o contexto cultural.
Desde una perspectiva psicológica, el Síndrome del Impostor se puede entender mejor a través de la Teoría de la Autoeficacia de Albert Bandura. Bandura sugirió que la autoeficacia, o la creencia en la capacidad propia para alcanzar metas, juega un papel crucial en cómo abordamos los desafíos. Las personas con un bajo sentido de autoeficacia son más propensas a atribuir sus éxitos a factores externos, como la suerte o el esfuerzo excesivo, en lugar de a su propia habilidad. Esto crea un círculo donde cada nuevo éxito no refuerza la autoconfianza, sino que intensifica el miedo a ser descubiertos como incompetentes.
Hay determinados rasgos de personalidad que predisponen a la persona a ser más propensa a tener que lidiar con este síndrome. Entre estos rasgos, podemos destacar el perfeccionismo. La persona perfeccionista tiene estándares de calidad extremadamente altos. Cualquier error, por pequeño que sea, lo vive como un fracaso total, lo cual alimenta la creencia de no ser lo suficientemente buena. Estas personas viven bajo la autoexigencia, donde siempre todo se puede hacer mejor. Esto deriva en una constante sensación de insatisfacción y un sentimiento de frustración.
"Hay determinados rasgos de personalidad que predisponen a la persona a ser más propensa a tener que lidiar con este síndrome"
En muchos casos, esta autoexigencia lleva a la persona a ser altamente autocrítica, por lo que tiende a minimizar sus éxitos y maximizar sus defectos, contribuyendo a la percepción de ser una impostora.
La persona con una alta sensibilidad a la crítica se siente personalmente atacada y presenta serias dificultades para darse cuenta de que la crítica se centra en el hacer y no en el ser, lo que termina generando una verdadera angustia que desemboca en inseguridad sobre sus capacidades.
La tendencia a compararse socialmente también es un factor influyente para experimentar el síndrome del impostor. La persona que se compara constantemente con otros suele sentirse inferior, independientemente de sus logros objetivos. Esto se debe a que tiende a compararse con expertos en cada una de las áreas en las que desea destacar y termina midiendo su desempeño con estándares inalcanzables. Por ejemplo, un profesional puede comparar su habilidad en presentaciones con la de un colega conocido por su elocuencia, su capacidad de análisis con la de otra compañera famosa por su rigor académico, y su creatividad con alguien más reconocida por sus ideas innovadoras. Al hacerlo, se siente deficiente en cada aspecto, aunque en realidad esté haciendo un trabajo excelente y completo.
Afortunadamente, tanto desde la psicología como desde la neurociencia encontramos estrategias que ayudan a superar estos sentimientos de duda sobre uno mismo.
"La tendencia a compararse socialmente también es un factor influyente para experimentar el síndrome del impostor"
El primer paso para abordar el Síndrome del Impostor es reconocer y aceptar estos sentimientos. Entender que son comunes y que no representan una señal de incompetencia puede aliviar parte de la carga emocional.
Si eres una de estas personas, algunas pautas simples y prácticas que pueden ayudarte son:
- Llevar un diario de éxitos, donde registres tus logros y las habilidades que utilizaste para alcanzarlos, puede reforzar una autoimagen positiva y realista.
- Establecer pequeñas metas que te acerquen a la meta grande y celebrar los éxitos.
- Buscar el feedback de personas de confianza en tu entorno, tu círculo social de referencia. Obtener una perspectiva más equilibrada de tus habilidades y logros contrarresta tus percepciones negativas.
- Tratarte con la misma amabilidad que mostrarías a un amigo cercano. Todos enfrentamos dificultades y desafíos; lo importante es cómo te tratas en estos momentos.
- Practicar técnicas de meditación regula la actividad de las zonas cerebrales involucradas en el procesamiento emocional, reduciendo el estrés y mejorando la autoconfianza.
Por otra parte, entender su relación con las fases del aprendizaje nos ayuda a obtener una perspectiva más profunda sobre cómo abordar y superar este fenómeno.
El aprendizaje pasa por diversas etapas, comenzando con la incompetencia inconsciente, donde no somos conscientes de lo que no sabemos. En esta fase, el Síndrome del Impostor aún no está presente porque no tenemos suficiente conocimiento para dudar de nosotros mismos. A medida que avanzamos hacia la incompetencia consciente, se hace evidente lo que no sabemos, y aquí es donde pueden surgir los primeros síntomas del Síndrome del Impostor, ya que somos más conscientes de lo que nos queda por aprender.
La siguiente fase es la competencia consciente, donde empezamos a adquirir habilidades y conocimientos, pero aún necesitamos esfuerzo consciente para aplicarlos. Durante esta etapa, el Síndrome del Impostor puede intensificarse, ya que, aunque comenzamos a tener éxitos, aún somos muy conscientes de nuestras carencias y de la posibilidad de ser "descubiertos" como fraudulentos. Es crucial en este momento reconocer y celebrar nuestros progresos para contrarrestar estos sentimientos.
Finalmente, llegamos a la competencia inconsciente, donde nuestras habilidades se vuelven automáticas y nos sentimos más seguros en nuestras capacidades. Sin embargo, incluso en esta fase, el Síndrome del Impostor puede persistir si no hemos aprendido a internalizar y reconocer nuestros éxitos adecuadamente. Aquí, la reflexión continua y el feedback constructivo son esenciales para mantener una autoconfianza saludable.
Cada fase del aprendizaje presenta oportunidades para enfrentar nuestras inseguridades y construir una autoconfianza sólida. Al entender esta conexión, podemos abordar el Síndrome del Impostor de manera más estructurada y efectiva, asegurándonos de avanzar no solo en conocimiento y habilidades, sino también en la aceptación y valoración de nosotros mismos.