Lo que sobra es la nueva materia prima

14 de Enero de 2020

“Con el paso del tiempo evolutivo, lo que antes resultaba inaccesible o se consideraba desperdicio termina convirtiéndose en alimento para nuevas formas de vida”. (El subsuelo, David W. Wolfe, ed. Seix Barral 2019).

La crisis climática pone en riesgo las condiciones para la vida en el planeta, la de las plantas y la de los animales, también la de cada vez más humanos. La desigualdad en la provisión de oportunidades a las personas se contrapone a la extrema concentración de la riqueza, acelerada por una economía de intangibles, datos centralizados y modelos escalables.

En este sentido y con una mirada fijada hacia el horizonte 2030, diferentes expertos establecieron recientemente un diálogo sobre la gestión del cambio en la industria y la ciudad, en el marco de un ciclo que tiene el reto de impulsar el territorio hacia una economía circular, coorganizado entre el Palau Macaya de “la Caixa” y el Pacte Industrial de la Regió Metropolitana de Barcelona.

Se agota el ciclo de un sistema productivo basado en la combustión de recursos finitos para su conversión en energía y materiales, pero también en la contaminación y los residuos que ahora -acumulados y combinados- nos amenazan. El reto colectivo es generar las condiciones para acelerar la conversión de “lo que sobra” en “lo que falta”, de forma económica y socialmente productiva.

"El reto colectivo es generar las condiciones para acelerar la conversión de “lo que sobra” en “lo que falta”"

Tres elementos pueden contribuir a la emergencia de nuevas soluciones: la atención a innovación científica y tecnológica, el desarrollo de ecosistemas y la provisión de incentivos -o cuanto menos- la supresión de barreras para la experimentación.

El momento crítico es aquél en el que algo es calificado como “desperdicio”: algo irreductible del que ignoramos cómo extraer su potencial en el marco legal y económico vigente, destinado al fuego o a la acumulación infinita. El desperdicio es un fracaso del conocimiento.

Los sensores de bajo coste, el reconocimiento de imágenes, la investigación sobre materiales, los registros blockchain, la documentación abierta del movimiento maker y muchas otras tecnologías -multiplicadas por la inteligencia artificial- se combinan para reducir el desconocimiento sobre el desperdicio. Hay una nueva capa de información y datos sobre lo que sobra: qué es, dónde está, de dónde vino, qué volumen, qué peso, qué propiedades tiene. El desperdicio es ahora más conocido y gestionable. Un terreno abonado para la investigación en todos los campos.

La naturaleza experimenta con mutaciones genéticas -combinaciones tecnológicas- pero también con nuevas relaciones simbióticas -ecosistemas- en la búsqueda de funciones metabólicas capaces de convertir lo inaccesible -el desperdicio- en alimento para nuevas formas de vida. La existencia de viabilidad tecnológica para la revalorización de un residuo no garantiza por sí sola que ésta se vaya a producir. Es clave contar con un ecosistema de apoyo. Las relaciones entre organizaciones no se han tejido hasta ahora siguiendo el ciclo completo de los materiales, del productor al revalorizador; ni en función de la comunalidad de sus residuos. Es el momento de desarrollar sistemas de relaciones desde la perspectiva de los residuos: los que los producen, los que los usan, los que los manipulan, etiquetan, investigan, financian o transforman.

"Es el momento de desarrollar sistemas de relaciones desde la perspectiva de los residuos"

La experimentación tecnológica y el desarrollo de ecosistemas resultan de forma espontánea cuando los incentivos -la expectativa del valor a capturar- son percibidos como altos, y el esfuerzo -las barreras a superar para alcanzarlo- son percibidas como bajas. La presión social, pero también las políticas de suministro públicas y privadas pueden articular incentivos. Una regulación diseñada para un estadio informacional anterior se presenta ahora en muchos casos como una barrera. Agrupa cosas que hoy sabemos separadas o separa aquellas que hoy sabemos más viables juntas. Reorganizar lo que sobra para convertirlo en valioso exige disponer de un espacio de experimentación en el que se puedan suspender temporalmente las limitaciones vigentes.

Contra el cambio climático, zonas francas circulares; que reúnan el conocimiento, los agentes y los incentivos para la innovación que necesitamos.