Las mujeres no tienen ambición

12 de Noviembre de 2019

El año pasado, en una conferencia de liderazgo, el presentador nos explicaba como las mochilas que llevamos afectan la manera como actuamos. Explicaba que dentro de estas mochilas se pueden encontrar, entre otras cosas, nuestras opiniones, hipótesis o creencias; nuestra educación, las emociones, las experiencias, nuestros objetivos, la visión que tenemos del mundo, la que tenemos de nosotros mismos e, incluso, nuestra niñez.

Nos daba ejemplos del impacto que pueden tener estas mochilas en las reuniones y negociaciones. Después nos preguntaba qué había dentro de nuestras mochilas. Expliqué que a mi hay gente que no me creerá ni me escuchará nunca sólo porque soy una mujer. El cómico del grupo dijo: "¡Que extraño! ¡Esto no me pasa nunca a mí!". Mientras todo el mundo reía, yo tenía ganas de decirle unas cuántas cosas que no son para publicar. Pero yo y las otras mujeres de la sala, que sólo éramos el 11% del grupo, nos mordimos la lengua.

Cuando había acabado la sesión, un amigo mío me preguntó: "¡Realmente hay gente que no te escucha porque eres una mujer?". "Y tanto que sí", le respondí. Le puse algunas vivencias como ejemplo, pero no se podía creer que "esto pueda pasar hoy en día". Mientras hablábamos, otros hombres se fueron apuntando a la conversación y me daban sus opiniones sobre el tema. Quedé desconcertada por la falta de conocimiento de las dificultades que tenemos las mujeres, no sólo a la hora de ser escuchadas sino para llegar a los niveles de liderazgo necesarios para tener un mínimo impacto en el mundo. Los expliqué que la sociedad de hoy está liderada por hombres. Que las mujeres sólo forman parte del 24% de los gobiernos del mundo. Que en muchas religiones no pueden participar en las celebraciones como los hombres ni mucho menos ser líderes. Y, en el mundo empresarial, sólo el 6% de los Fortune 500 están liderados por mujeres.

"Quedé desconcertada por la falta de conocimiento de las dificultades que tenemos las mujeres"

"Espera", dijo otro amigo: "si sólo 6% de las empresas 'top' están dirigidas por mujeres, realmente quiere decir que las mujeres no tienen ambición, porque si tuvieran, habría más". Recibí su comentario como una puñalada en el corazón y, de repente, mi mochila pesaba 20 kilos más.

Con los años, había escuchado muchos "argumentos" que esgrimen los hombres (y algunas mujeres) sobre el por qué las mujeres no están en más lugares de liderazgo. Cosas cómo: las mujeres no están preparadas; las mujeres son demasiado emocionales; las mujeres están hechas para cuidar la familia; las mujeres no tienen la cabeza estructurada para entender temas complejos; las mujeres no quieren quedarse a tomar una cerveza o jugar a golf (sobre todo en los Estados Unidos); las mujeres no son bastante fuertes; las mujeres no quieren más responsabilidades; las mujeres no están hechas para ser líderes. Y ahora podría añadir: "Las mujeres no tienen ambición".

Actualmente, el 60% de los hombres piensan que hay igualdad de derechos entre hombres y mujeres, mientras sólo 45% de las mujeres lo creen. Si los hombres piensan que hay igualdad de oportunidades por tot@s, cuando ven que las mujeres no reciben el mismo sueldo o que no llegan a posiciones de liderazgo, piensan que es culpa de las mujeres y no del sistema. Es bastante similar a la idea que es culpa nuestra cuando nos asedian sexualmente porque llevamos faldas o nos pintamos los labios. De una forma o de otra, parece que la culpabilidad siempre cae sobre "Eva".

Mientras yo intentaba hacer entender a mis amigos las barreras y obstáculos que tenemos que afrontar como mujeres, entendí la importancia de las ideas de Evan Wolfson, un reconocido abogado pro derechos de los homosexuales. Afirmaba que para conseguir tener derecho a casarse, los homosexuales necesitaban si o si la ayuda de los heterosexuales. Wolfson destacaba "la importancia de conectar con los otros, de encontrar una manera de llevar al otro a nuestro lado, de provocar empatía, comprensión y conciencia".

Más que nunca, tuve claro en aquel momento que, para avanzar como sociedad, necesitamos que primero los hombres entiendan en lo que llevamos las mujeres dentro de nuestras mochilas y, después, que nos ayuden a sacar el peso extra que nos hace quedar atrás. Si las mujeres no somos capaces de provocar empatía, comprensión y conciencia de la situación en los hombres, podemos continuar luchando como lo hemos hecho los últimos 100 años, pero no lograremos la igualdad de género. No será posible sin los hombres luchando a nuestro lado. No nos falta ambición. Nos sobran guerreras.