Cada cambio supone una crisis, y según los chinos esto es un peligro, pero también una oportunidad. Sin cambio no hay crecimiento. Todo esto está muy bien, pero cuando te toca de cerca recibir, maldita la gracia que te hace. Es humano buscar la estabilidad y huir de los cambios, y más a medida que te haces más mayor; como persona y como empresa. Es de libro el ejemplo de Kodak, que tenía la tecnología de la fotografía digital pero la guardó en el cajón para no echar a perder el negocio que tan bien funcionaba; o el de Nokia que hizo lo mismo con la tecnología de los smartphones.
Sea por un motivo u otro las empresas se ven sometidas a cambios bien sea estructurales o coyunturales. De los primeros ya hacía tiempos que escuchábamos hablar: digitalización, robótica, economía circular..., y de los segundos, cuando ya empezábamos a olvidarnos de las consecuencias de la gran recesión aparece el Covid-19, que la dejará comparativamente pequeña. "Si no querías caldo, toma dos tazas". En las empresas familiares tenemos que añadir los cambios "internos" producidos por la misma familia propietaria, que puede ser fuente de ventajas (compromiso, visión a largo plazo...) o inconvenientes (nepotismo, luchas...).
Las empresas zombi son aquellas que continúan existiendo sin adaptarse en los cambios. Puede ser que no lo hagan porque no ven la alternativa a dejar de pedalear, o porque no pueden asumir el coste de dejar de hacerlo (cerrar no es gratis, y vender puede herir la autoestima). En muchas ocasiones son conducidas mirando al retrovisor, como si mañana fuera igual que ayer.
El covid puede ser el golpe de gracia para aquellas empresas que ya eran zombi. Pero puede generar nuevas; sobre todo porque su duración está siendo mucho más larga de la inicialmente previsto por más de uno. Las medidas de ERTE y créditos ICO mantienen con vida a más de un negocio que ya está muerto. Cierto que hay que dar liquidez a las empresas, porque "mientras hay caja hay esperanza", pero si los créditos sirven para financiar pérdidas de "mal negocio"- sobre todo si se han avalado personalmente, como en más de un caso a pequeñas empresas. Más que financiación de pérdidas lo que necesitan las empresas es reducción de gastos (como podrían ser los impuestos y tasas que graban las actividades con independencia de su volumen de negocio) y ayudas a fondo perdido.
"El covid puede ser el golpe de gracia para aquellas empresas que ya eran zombi"
Es muy fácil decir qué se tiene que evitar el estallido social que las consecuencias económicas del covid generará, sin que la inyección de liquidez de vida a empresas sin futuro. Pero esto es lo que hay que evitar, porque las empresas zombi tienen que dejar espacio lo antes posible. Y hay que ayudar a hacer que las personas se reciclen para poder hacer frente a la nueva realidad postcovid; porque habrá un antes y un después del covid.
Dejando de lado lo que hagan los gobernantes que hemos escogido, como dice el refrán "que cada palo aguante su vela". Es decir, que cada familia empresaria tiene que decidir qué hace ante su situación concreta. Hay quién tiene caja para aprovechar oportunidades, hay quienes apenas acababan de hacer inversiones con deuda y la previsión de tesorería que la sostenía se ha ido al garete. Hay sectores, como los dependientes del turismo, que pueden tardar años en volver donde estaban; y hay otros, como los digitales, que se han visto favorecidos por la aceleración de los cambios.
La gran cuestión es saber si nuestra empresa está en una situación de pérdida temporal y tiene futuro, o ya es zombi. Recoger opiniones externas puede ser conveniente, pero recordando que las decisiones tienen que ser de uno mismo; y que seremos recordados por el resultado de éstas. Si la decisión acaba bien se llamará "que valientes fueron" y si mal, "qué alocados". Las decisiones se tienen que tomar equilibrando de forma adecuada cabeza y corazón (sin pasión no se hace empresa), evitando poner dinero bueno sobre negocio malo. También tenemos que tener en cuenta que con las decisiones que se toman, la familia empresaria está transmitiendo valores a la siguiente generación.
Para evitar que nuestra empresa se convierta en zombi tenemos que practicar una dirección 3D; es decir, con distancia para evitar que el árbol impida ver el bosque, con desinterés para ser capaz de abandonar lo necesario, y con determinación para tomar y ejecutar las decisiones. Y tenemos que hacer un plan 3, estableciendo para cada uno de los principales focos del "nuevo" negocio unos objetivos y planes a corto, media y largo plazo. Y para hacer todo esto es necesario que la familia empresaria homogenice visiones, porque los que trabajan y los que no pueden tienen diferentes puntos de vista, diferentes y legítimos. Las decisiones estratégicas esenciales que marcan el futuro a largo plazo corresponden a la propiedad, no a la dirección. Bien seguro que tener pulmón financiero ayuda, pero es necesario ser capaz de "cambiar de mentalidad" y aquí las nuevas generaciones pueden ser de buena ayuda aportando aire fresco para evitar que nuestra empresa familiar se convierta en zombi.