El martes recibí un correo de Google que me informaba, de manera muy educada y en catalán, de que a partir del 1 de mayo las campañas de publicidad que hiciera en Francia y España tendrían un recargo del 2%. "Estos costes operativos normativos se añaden para cubrir una parte de los costes asociados al cumplimiento de la legislación relativa al impuesto sobre servicios digitales en Francia y España". Firmado: Google Payments. El correo remitía a una página con toda la información sobre las comisiones específicas de cada país.
Tiremos un año atrás y vamos hasta el 18 de febrero de 2020. Aquel día la ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno, Maria José Montero,anunciaba en rueda de prensa la aprobación de la llamada "tasa Google" que entraría en vigor a finales de año. La tasa es de un tipo del 3% y se aplica las empresas digitales con una facturación global superior a los setecientos cincuenta millones de euros y con unos ingresos en España superiores a los tres millones.
Vamos todavía más atrás, hasta 2017. Aquel año Google, Amazon, Facebook y Apple tributaron por valor de 24 millones de euros, una cifra muy inferior a su volumen de negocio real. La discrepancia viene de la ingeniería fiscal de las grandes tecnológicas que les permite evitar tributar allí donde tienen la actividad económica. Si se dedicaran a la construcción lo tendrían más difícil pero como su negocio es el de mover bits con algoritmos lo tienen muy fácil.
"Sólo hay que abrir la central europea en un país donde los impuestos sobre beneficios sean prácticamente nulos, transferirle la propiedad intelectual del algoritmo y alquilarlo a los diferentes estados de la UE"
Fijémonos en el caso de Google. Google es básicamente un algoritmo de ordenación de información. Cuando hagamos una búsqueda nos salen los resultados ordenados por relevancia, acompañados de anuncios ordenados por el importe que cada anunciante está dispuesto a pagar por nuestro clic. Para mostrar el anuncio Google no cobra nada, es sólo cuando hagamos clic que se produce la transacción. Google reinventó la publicidad cambiando el modelo estático de compra de espacio por el modelo dinámico de subasta de la bolsa. Pues bien este algoritmo vale mucho dinero, tantos que le ha hecho la undécima empresa del mundo y la segunda tecnológica (Fortune 500).
Con esta premisa sólo hay que abrir la central europea en un país donde los impuestos sobre beneficios sean prácticamente nulos —por ejemplo Irlanda—, transferirle la propiedad intelectual del algoritmo y alquilarlo a los diferentes estados de la UE. El precio del alquiler irá en función de la previsión de sus beneficios anuales, un poco por debajo para que no sea dicho. Este sencillo mecanismo permite a las grandes tecnológicas tributar allí donde los impuestos son más bajos independientemente de donde hagan la actividad.
"La solución para redistribuir la riqueza que generan las grandes tecnológicas pasa por hacerles pagar los impuestos que les tocan allí donde tienen la actividad"
Al final ha pasado lo que tenía que pasar, que la tasa la acabamos pagando usted y yo. No se podía saber, sobre todo cuando Google tiene una posición de monopolio en el mercado de la búsqueda; los anunciantes que no quieran pagar este 2% extra no tienen opción real de ir a la competencia. PWC ha estimado que la tasa tendrá un impacto de entre 515 y 665 millones en nuestros bolsillos.
Todo esto que hacen las grandes tecnológicas ni es ilegal, ni alegal, ni siquiera amoral; es perfectamente legal porque la UE y la falta de una fiscalidad común lo permite. La solución para redistribuir la riqueza que generan las grandes tecnológicas no pasa por poner nuevos impuestos que siempre acaban repercutiendo en el consumidor, sino para hacerles pagar los impuestos que los tocan allá donde tienen la actividad y esto pasa también para acabar con los paraísos fiscales en Europa. Lo explica muy bien el premio Nobel de economía Joseph Stiglitz (acompañado de ThomasPiketty) cuando dice que Irlanda no se comporta como un buen vecino en la UE, "que las grandes tecnológicas están muy contentas de tener una fiscalidad muy baja, pero ¿quién paga?" Usted y yo pagamos, que me lo dijo Google.