Hay que ver lo que hemos vivido el último año en las empresas. Hemos pasado del caos pandémico a estar organizados en unas condiciones muy envidiables de funcionamiento en teletrabajo. ¡Hemos aprendido a funcionar y producir de otra manera, nos hemos salido cómo hemos podido!
Pero no ha sido fácil, las empresas han tenido que ofrecer las condiciones indispensables para poder operar, y las personas de manera individual han puesto el resto, una comunión entre organizaciones y personas con el propósito de continuar generando actividad económica. Y así hemos ido continuando con más o menos acierto hasta que de repente nos invitan a volver a la oficina.
Nos habíamos acostumbrado a trabajar de manera flexible, en horarios diferentes e incluso desmesurados en número de horas, perdiendo en no pocos casos el sentido de la conciliación, y con más de un tratamiento al fisioterapeuta para corregir vicios posturales de algunas sillas poco ergonómicas. ¿Y por qué tenemos que volver a la oficina ahora que nos habíamos hecho a la idea? ¡En muchos casos os aseguro que la percepción de castigo es evidente!
¿Por qué tenemos que volver a la oficina ahora que nos habíamos hecho a la idea?
Las empresas se enfrentan ahora al reto de regular la flexibilidad y el teletrabajo, el retorno de las personas y equipos a las oficinas donde previamente estaban instaladas. Un retorno escalonado que se tendrá que reconducir para generar una propuesta de valor del puesto de trabajo que sea explicada y aceptada por sus miembros. Y con el reto de mejorar el compromiso. Poder hacer ver a las personas de manera evidente las ganancias de seguir trabajando presencialmente. Pasar página de la situación excepcional vivida, aprender de los errores y aprovechar para buscar nuevas oportunidades para seguir mejorando.
Habrá que generar espacios para revisar los aprendizajes que hemos logrado respecto a la manera de trabajar, experiencias vividas de productividad y conciliación, relaciones virtuales, soledad y distancia del teletrabajo, la gestión de la incertidumbre.
Volver a relacionarnos de manera presencial, disfrutando de la proximidad y contacto de los compañeros y compañeras, de las relaciones informales, pero tan necesarias de tomar café o comer juntos, de las conversaciones bastante importantes que se generan en este momento de descanso.
Aprovechar para poner en marcha nuevos espacios de colaboración que sirvan para replantear los procesos y la relación con nuestros clientes. ¡Plantear de nuevo que ofrecen los puestos de trabajo que mejoren la experiencia de los empleados, y que les ayude a que no les moleste volver a la oficina!