Ya sea en julio o en agosto, la mayoría de nosotros ha disfrutado este verano de algunos días de merecido y auténtico relax. Porque, por increíble que nos parezca, aunque todos tenemos perfectamente marcados en nuestro calendario personal los festivos, los puentes y las vacaciones, no siempre logramos desconectar del trabajo y de todo lo que nos genera tensión y estrés el resto del año. Somos una no insignificante minoría los que seguimos pegados al móvil, al correo electrónico, a las redes sociales y, también, al reloj. Una realidad que lamentablemente no nos permite oxigenarnos como sería necesario. Seguramente todos somos conscientes de la importancia de desconectar y liberar tensiones, sin duda, pero demasiadas veces la teoría es una cosa y la práctica otra muy diferente.
Las vacaciones son totalmente necesarias. Y no estoy diciendo ninguna tontería cuando afirmo que hacer vacaciones es parte del trabajo. Necesitamos parar para poder seguir, para ser buenos profesionales. Porque el trabajo, incluso cuando nos apasiona, incluso cuando nos absorbe las horas y los días de la semana de un trago, sin darnos cuenta, también nos fatiga y desgasta. Por lo tanto, tenemos que repararnos.
"Necesitamos parar para poder seguir, para ser buenos profesionales"
Dicho esto, y como dice el dicho, todo lo bueno se acaba rápidamente. De una manera o de otra, en septiembre, en general, todos volvemos a la rutina. Es así y no hay nada que hacer. Vivimos en una especie de rueda de hámster en la que todo se repite de la misma manera, una y otra vez, año tras año, día tras día, y nosotros nos amoldamos a ella con una mezcla de impasibilidad y frustración.
La playa, la cervecita, el aperitivo, el sol, la piscina, el deporte, la familia... ¡Es normal que no queramos volver a la rutina! Y es que el regreso de las vacaciones es duro, demasiado duro. Representa un momento de transición que puede provocar sentimientos discordantes. Bienvenidos, pues, al conocido como trastorno posvacacional, que se traduce en una sensación general de apatía, cansancio, falta de energía, dificultad para concentrarse, trastornos del sueño, nerviosismo, estrés o tristeza. De hecho, hay estudios que afirman que el 30% de la población trabajadora sufre de este síndrome días antes y después de la vuelta al trabajo.
Y sí, llega septiembre. Recuperamos apresuradamente el calendario y marcamos el próximo puente, el próximo paréntesis que nos debe liberar de la rutina. La melancolía de lo que se ha acabado.
"Recuperamos apresuradamente el calendario y marcamos el próximo puente, el próximo paréntesis que nos debe liberar de la rutina"
Por lo general, es al comienzo del año cuando la inmensa mayoría de nosotros nos llenamos de buenas intenciones para los próximos doce meses. Estas metas suelen estar enfocadas a cambios en los hábitos de salud y a la mejora del estado físico, emocional e incluso laboral. Hacerse propósitos es deseable y es una muy buena manera de motivarse. Sin duda, es un estímulo para el conformista y una forma de avivar el ánimo de aquellos que están desmotivados o cansados de todo. Pero, ¿cuántos de estos buenos propósitos acaban en el olvido antes incluso de empezar? ¿Recuerdan aquello de que "las palabras se las lleva el viento"? Pues los buenos propósitos también.
Así que, en septiembre, comenzamos una nueva etapa. Lejos de las lamentaciones y de la nostalgia por lo que acabamos de vivir, las vacaciones terminadas, septiembre también puede ser un buen momento para retomar esa lista de enero o, por qué no, comenzar una de nueva, bien meditada y tomando conciencia de cómo somos y de qué somos capaces de mantener. Porque todo buen propósito debe plantearse desde la reflexión y el conocimiento de las capacidades y posibilidades reales de cada uno.
La teoría de la construcción de las emociones está supeditada a la estructura neuronal de las experiencias previas que hemos tenido en cada una de las situaciones que nos toca vivir, y si cada vez que debemos retomar las tareas profesionales lo vivimos con desilusión y pereza, cada vez que nos enfrentemos a esta misma circunstancia nuestro cerebro hará que revivamos las mismas emociones.
Así que, les propongo ver septiembre como el regreso a la escuela, una nueva agenda y el reencuentro con aquellos compañeros a los que habíamos despedido semanas atrás con más o menos alegría. Un punto y aparte más que un punto y seguido.
"Hacerse propósitos es deseable y es una muy buena manera de motivarse"
En realidad, no es que los conflictos y las polémicas hayan desaparecido durante el verano; al contrario. Probablemente, continuaremos inmersos en largas y continuadas reuniones que a menudo consideramos improductivas, la temperatura de la oficina provocará nuevas disputas, y el ordenador funcionará a medias tintas a pesar de haber reportado la incidencia.
Pero lejos de dejarnos llevar por la inercia y la apatía, este regreso puede ser la excusa para detener la rueda del hámster, respirar profundamente y comenzar pequeños cambios. Sin grandes aspiraciones, con una actitud realista, conscientes de que no podemos revolucionar nuestra vida. Pensar en pequeño pero, en definitiva, pasar a la acción.
A algunos les costará más, a otros menos, pero es posible superar el regreso al trabajo con éxito. Todo implica incorporarnos de manera positiva, concentrándonos en los aspectos favorables de nuestro trabajo, con energía renovada, considerando este regreso como la recuperación de la normalidad, aceptando el trabajo como un medio para ganarnos la vida y sintiéndonos productivos.
No debemos olvidar que volver a la rutina habitual no significa en absoluto renunciar a hacer las actividades que nos gustan. Por lo tanto, poco a poco y con buena letra. Roma no se construyó en un solo día. ¡Ánimo!