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La transición energética: algunas paradojas y efectos colaterals

05 de Marzo de 2024
Xavier Roig VIA Empresa

El covid-19 ayudó a poner en evidencia algunas cosas. La más importante es que determinados problemas se tienen que encarar a un nivel muy alto. Alto quiero decir que tienen que estar resueltos por gobiernos de muchos millones de personas. Por muchas vueltas que le queramos dar, el problema del covid-19 fue solucionado por la Unión Europea (UE), en primer lugar, y por los Estados Unidos. El resto de países fueron observadores. A raíz de la pandemia, la Comisión Europea aprovechó para lanzar un programa (Next Generation) que pretende hacer frente a los efectos económicos de la pandemia. Y lo aprovecha para estimular la transición energética.

Muchos se piensan que esta transición será una revolución. Fantasías, como cualquier otra. Porque una revolución, como bien definió Josep Pla en el Cuaderno Gris, no es nada más que "un cambio brusco del personal dirigente". Y este no ha sido el caso. Todo ha consistido en una evolución fruto de la concienciación que han ido creando los partidos verdes europeos de hace años -sobre todo los alemanes-.

Algunas medidas adoptadas son realmente radicales. ¿Se pueden calificar de revolucionarias? Quizás sí, por aquello que tienen de imprevisión -en algunos casos inevitable-. Por ejemplo, la capacidad actual de generación eléctrica con paneles solares de la UE es hoy de 260 GW y en 6 años tenemos que llegar a los 600 GW. Esto hará que la irradiación solar sea en 2030 la mayor fuente de energía en Europa. Pero para conseguirlo necesitamos paneles, y el mayor fabricante de paneles solares es China. Nos provee del 95% de los paneles que se instalan en la UE. Son baratos y de calidad.

"El mayor fabricante de paneles solares es China. Nos provee del 95% de los paneles que se instalan en la UE"

Pero depender de China en tan alta medida es peligroso, evidentemente. Sobre todo si se quiere ser puro. Porque el aire demasiado puro también mata. China puede conseguir estos precios tan competitivos porque cuenta con una mano de obra próxima a la esclavitud. Más allá de las consideraciones morales, podríamos decir que los chinos practican aquello que se califica de "competencia desleal". Los Estados Unidos ya han reaccionado a estas prácticas y promulgaron l oque se conoce como Inflation Reduction Act y que no es nada más que un conjunto de leyes que subvencionan la producción de productos relativos a la economía verde.

La UE no se ha quedado quieta, y hace solo unos días (lamento ser pesado pero, ¿alguien nos ha informado?) hizo pública la Net-Zero Industry Act (NZIA) que persigue que el valor añadido final que se utilice para esta transición energética sea europeo en un 40%, como mínimo. No solo en cuanto a los paneles solares; también afecta a otras áreas de las cuales hablaremos otro día. Pero la economía es puñetera. Si se dedican a paneles solares demasiadas materias primas que se obtienen en Europa (por ejemplo las polisiliconas) entonces otros sectores, que también se tienen que potenciar, se quedarán sin material -por ejemplo, la fabricación de semiconductores-.

El gran dilema es si este valor añadido final del 40% madein Europe tiene que ser gracias a la extracción de materias primas o a tareas más complejas: transformación, ensamblaje, integración de componentes, etc. Todo apunta que se dejará la aportación de materias primeras a China -que tiene en abundancia- y nosotros nos quedaremos con las tareas con más valor añadido. Como viene siendo típico los últimos decenios, puesto que los europeos no queremos trabajar en minas extrayendo materiales, por raros que sean. Las relaciones de la UE con China se mantendrán estables por ahora. Al fin y al cabo somos los socios de intercambio comercial más grandes que hay en el planeta. Y el problema que tenemos con el cambio climático es planetario.

Esta paradoja -evolución rápida hacia energías renovables gracias a una mano de obra explotada y sin derechos humanos reconocidos- no la pueden resolver los revolucionarios tradicionales que reclaman una transición inmediata y sin explotación humana. Pero gobernar es así de difícil. Y a menudo tenemos que elegir.