La actualidad va tanto rápido que casi ni Twitter la puede seguir. Cuando inicias una conversación sobre cualquier tema de actualidad, ya sabes que indefectiblement saldrá alguien con una información de última hora que contradirá tu tesis. La única diferencia entre este alguien y tú es que él hace menos rato que ha mirado Twitter. Pero el hecho de que alguien esté a la última a Twitter no quiere decir necesariamente que esté más muy informado; no todo el que circula es cierto, ni tiene voluntad de informar y en muchos casos ni siquiera es información.
Hace tiempo hicimos una tertulia en El Mundo a RAC1 con Toni Soler, Francesc-Marc Álvaro y el periodista deportivo Santi Segurola sobre cómo utilizábamos Twitter. Francesc-Marc y yo representábamos los usuarios del sí, en Segurola había dejado la red social por las polémicas con los hooligans del Madrid y Toni, que se encontraba en aquellos días en una dieta detox de Twitter, era la tercera vía. La frase que hizo fortuna aquel día la dijo el Segurola: "Twitter es un bar de borrachos". La ironía quiso que quién abjuraba de la red social fuera quién haz el tuit viral perfecto: corto, provocador, descontextualitzable y directo al estómago.
Ante aital muestra de puesto-verdad apenas pude encabir uno "también" entre "Twitter es" y "un bar de borrachos" antes de desplegar todo mi argumentario de manual: que si Twitter es un reflejo de la sociedad, que si es un juego de suma cero, que si se encuentran tanto las grandezas como las miserias de nuestra especie, que si nos exige todavía más espíritu crítico, etc.
"Twitter es como el café donde hay unos que hablan de política, otros de fútbol, otros de cine, otros hacen la morcilla y al fondo de la barra hay los borrachos del pueblo"
Seguí con la metáfora del café del pueblo: Twitter es como el café donde hay unos que hablan de política, otros de fútbol, otros de cine, otros hacen la morcilla y al fondo de la barra hay los borrachos del pueblo. Cuando entras decides donde suyos y con quienes hablas, incluso si algún día que no te apetece hablar con nadie puedes sentar a la barra y escuchar unos y otras. También puedes ir con los borrachos, sólo faltaría.
No hace falta que os diga que mi definición no es la que quedó por la posteridad: tiene demasiados matices, se tiene que leer en contexto, se necesita más razón que estómago para aceptarla o rebatirla y no cabe en un tuit.
Ahora hace una semana, y en el contexto informativo actual, en El Mundo a RAC1 invitamos el periodista Marc Argemí, socio y director de la empresa de comunicación y datos masivos Sibilare y autor del libro El sentido del rumor. Él y su equipo escuchan las conversaciones a Twitter y a otros medios sociales para saber qué pensamos sobre la actualidad y en particular sobre la política. En sus estudios en varias contiendas electorales tanto en nuestro país como fuera han encontrado patrones interesantísimos en los datos masivos generados por las conversas de los medios sociales. Una de curiosa que nos explicó Marc, fue la de la correlación que se detectó en las últimas presidenciales norteamericanas entre los fans de The Walking Dead y la intención de voto por Trump.
Además de todo el que disfrutamos y aprender sintiéndolo —una intención de voto no es tan fácil como restar retuits a favor y en contra, se tienen que identificar y sacar los borrachos—, me hizo muy feliz que comparara Twitter con un restaurante con diferentes ambientes donde cada cliente escoge donde quiere estar. Me recordó mi analogía con el café del pueblo, la que yo no supe resumir en un tuit, pero que @NOSTRESINYÓ, ahora hace 2.000 años, sí:
"TUITER ES L·ESPILL DEL ALMA CARO LO CHRETÍ ENCUENTRA CHRETINS E SABIOS LO SABIO."
Cosas de la omnipotència.