La guerra de Ucrania da para mucho. Hace solo unas semanas ocupaba todos los informativos. Ahora la cosa ha tendido a la normalización. El exceso de información alrededor de un mismo tema empalaga. La violencia y la muerte también empalagan, aunque quede mal decirlo. La guerra es un test inmejorable, una oportunidad de oro, que nos indica dónde se encuentra el buen periodismo. Podemos cribar los medios y elegir entre cuáles son los que informan y aquellos otros que difunden noticias (falsas o veraces). Vende mucho la lástima de los otros. El anecdotario sobre personas que lo están pasando mal es objetivo de los que pretenden practicar esta insolvencia adolescente llamada periodismo con rostro humano. Explican anécdotas de los damnificados para conmover al personal. Tampoco pierden oportunidad para practicar el corporativismo recordándonos cómo se arriesgan los corresponsales.
Solo algunos medios han sabido explicar que esta guerra era, entre otras muchas cosas, una guerra inconveniente. Después de Ucrania y de Rusia los perjudicados seremos nosotros. Principalmente la Unión Europea. Todo parece apuntar a que el fin de las hostilidades pasarán por el camino diplomático, como era de esperar. Una solución que, aun así, llegará tarde. Cuando los males ya serán irreversibles. Y hablo ahora de los intereses económicos europeos y de cómo quedará Rusia. Ya han empezado a cerrar varias empresas. Nos hablan de McDonald's, que no deja de ser una anécdota, una franquicia, una serie de establecimientos que ni tanto solo están conectados. Ahora, dejar de producir coches Renault en Rusia son palabras mayores.
Si, a pesar de la cháchara, el aplaudido no puede llegar a fin de mes, o lo aplasta un tanque, tranquilos: que nosotros ya hemos cumplido!
Ya pasé detalles en un artículo anterior, donde explicaba que la banca de la Unión Europea tenía arriesgados en Rusia 77.248 millones de dólares. Mientras, América solo tiene 14.673. Una realidad que ayuda entender el envalentonamiento americano y la prudencia negociadora europea. Todo esto se ha ignorado informativamente y nuestra opinión pública cree que la única repercusión de esta guerra será que en invierno pasaremos más frío. O que calentarnos será más caro -cosa que viene a ser lo mismo. De las repercusiones económicas colaterales -que se traducirán en menores recursos públicos- no se quiere hablar. Después no entenderemos por qué algunos colectivos se manifiestan en la Plaça de Sant Jaume.
Uno de los perjuicios de no informar convenientemente es que no conocemos las consecuencias de los actos. Y tampoco ayuda a que nos conozcamos a nosotros mismos. Si ahora mismo paran a alguien por la calle y le preguntan si España ha sido solidaria con Ucrania, probablemente los responderán que sí. Lógico. Han visto las imágenes por televisión de familias de refugiados llegando a pueblos y, ¡venga!, fiesta grande. Nadie habla del efecto Hamilton -aquel independentista padre fundador de los Estados Unidos, que fue el primer secretario de finanzas norteamericano- que asegura que las visitas son como el pez: al cabo de tres días huelen mal. Ya hay quien empieza a protestar: "¡Hemos dado acogida a refugiados y todavía es hora que la administración nos ayude!". Y es que la tendencia a pensar que los problemas se solucionan con actos aparatosos, no tiene futuro. Porque, al final, las cosas cuestan dinero, claro. Y lo mejor para comprobar lo solidarios que somos consiste en cuantificar las ayudas y compararnos. Y esto es el que hace el Kiel Institute for the World Economy. ¿Están sentados?
Ayudas económicas a Ucrania en % del PIB, hasta el 18 de mayo de 2022
Nota: No se incluyen las ayudas de la UE gestionadas por la Comisión.
Fuente: Kiel Institute (Kiel Working Papel No. 2218, 18 mayo 2022)
Siempre hay alguien dedicado a rompernos la guitarra. Tan bien que íbamos con la cancioncita de la solidaridad, ¡Y viene el Kiel Institute a incordiar y a decir que aportamos menos que Grecia o Turquía!
Es lógico que los países próximos a Rusia sean los que aportan más recursos. Pero, ¿es normal que aportamos el 20% menos que Turquía cuando su PIB per cápita es un 32% del español? ¿O lo mismo que Suiza, que no se puede mojar por el hecho de ser neutral? La posición que ocupa España es fruto de dos realidades inevitables: (I) la economía española va muy mal y no nos lo podemos permitir y (II) Unidas Podemos es -como sabe toda Europa, menos nosotros- de extrema izquierda populista; contraria a las ayudas de guerra y a todo aquello que se parezca a alinearse con la OTAN.
Todo correcto. Como siempre, abocados a la demagogia y a la tradición de practicar la solidaridad de postura y de aplausos desde el balcón. Y si, a pesar de la cháchara, el aplaudido no puede llegar a fin de mes, o lo aplasta un tanque, tranquilos: ¡que nosotros ya hemos cumplido!