Madrugar (mucho), levantarsebien temprano para atender una llamada de Tokyo, hacerse el segundo pasaporte en un año, sumar una gran cantidad de puntos de fidelidad de una aerolínea, aprender cuatro palabras de idiomas que antes ni conocías, tener configurados tres husos horarios al móvil... son algunos de los efectos secundarios que, más allá del jet lag, experimentan los empresarios catalanes que están apostando fuerte para exportar y salir al exterior. Y no son pocos: los sufren actualmente 46.000 empresas catalanas, que el año pasado exportaron la cifra más alta de toda la historia, 70.800 millones de euros.
Por qué es cada vez más habitual encontrar el vino de una bodega del Priorato en un supermercado de Hong Kong, la camiseta confeccionada por un pequeño taller de Barcelona en una tienda de Miami o el componente de una máquina hecho por una pyme del Vallès Occidental en una fábrica de Múnich? Porque el tejido empresarial catalán ha interiorizado que crecer aquí implica exportar y estar plenamente internacionalizado. No se trata de una salida puntual a la crisis o a la caída del mercado interno. Las pymes y empresas son plenamente conscientes que el mundo cada vez es más pequeño y que la globalización, las nuevas tecnologías y el abaratamiento del coste de la logística son circunstancias que afectan las empresas de todo el mundo. Es decir, en otras palabras, que la competencia es global. La supervivencia o crecimiento exige competir a nivel local y global, porque las cuotas de mercado, estén en Girona o Noruega, serán ocupadas sino por otras empresas.
"El tejido empresarial catalán ha interiorizado que crecer aquí implica exportar y estar plenamente internacionalizado"
Cómo hemos visto los últimos años, la clave porque una pyme tenga éxito es contar con un producto o servicio especializado e innovador que aporte un valor añadido al mercado. Al final, esto querrá decir que los potenciales compradores también serán más especializados, de forma que para aumentar las ventas habrá que abrir el mapa y buscar nuevos clientes en todo el mundo para aprovechar las oportunidades de negocio que hay en el mundo -y que se pueden descubrir esta semana a la 25a Semana de la Internacionalización de ACCIÓN.
Pero los beneficios de hacerlo irán mucho más allá de vender más, y la cuestión de salir o no al exterior entra al core business de la empresa, con implicaciones a escala comercial, técnico, económico y, sobre todo, estratégico. Internacionalizar el negocio se traduce en una cartera de clientes más amplia, más eficiencia en la gestión, más agilizado en la respuesta industrial, optimizar la competitividad de la oferta, desagregar el riesgo distribuidor/cliente, reducir el riesgo de impagados y el impacto de costes al generar economías de escalera. Y, a través de la observación de que se hace en el extranjero, se traduce al innovar. En definitiva, vender a 10.000 kilómetros de distancia no significa sólo vender más en un mercado más: sin ningún tipo de duda, significa que la empresa sea más competitiva y crezca.