En un artículo anterior apuntaba que la pandemia ha sido un claro ejemplo de éxito europeo -nadie en el mundo lo ha hecho mejor-. Y el hecho es importante, puesto que la eficiencia en la gobernabilidad democrática del futuro es una discusión que está sobre la mesa. Me explico. Los problemas a los cuales las sociedades modernas tienen que hacer frente son complejos. Además, todo el mundo razona y todo el mundo se cree legitimado a decir la suya. La tecnología ha posibilitado que la palabrería inconsistente que antes quedaba limitada a la barra del bar, con un vaso de vino en la mano, ahora ha cogido alcance internacional. Una estupidez dicha en la cocina de casa puede llegar a California. Con esto quiero decir que gobernar ha acontecido más difícil. El ruido y la arrogancia del lavadero es peligroso.
Por otro lado, los problemas complejos requieren gente que sepa. A pesar de que los gobernantes elegidos estén preparados -que no es nuestro caso, evidentemente- los intereses y las capacidades pueden no coincidir con el interés común de la ciudadanía. Y aquí es donde aparecen los tecnócratas. Los tecnócratas no son nada más que especialistas que ayudan a gestionar la cosa pública. Unos burócratas avispados y con intereses coincidentes con los de la ciudadanía. Y sin el espoleo de las elecciones cada cuatro años. Quiero decir, que no se sienten motivados para practicar el populismo.
Ahora bien, esta gente necesita estar avalada por nuestros representantes, aquellos a los que hemos votado. No se puede dejar, tampoco, que actúen sin control. Porque la gente demasiada técnica tiende a perder el mundo de vista cuando se trata de su pasión técnica, de su obsesión. Por lo tanto, la modulación por parte del mundo democrático -los votantes- es imprescindible.
Como decía, la gestión de la covid-19 ha sido brillante por parte de la Comisión Europea. Muchos la critican. Pero conseguir que la vacuna haya sido descubierta mayoritariamente aquí, que haya llegado a 450 millones de ciudadanos -sin distinción de clases sociales- y todo esto actuando sobre países que tienen sus gobiernos y donde cada cual quiere decir la suya, es una proeza que demuestra que cuando los europeos nos lo proponemos y actuamos en el sentido que comentaba (tecnócratas a las órdenes de unos políticos que los escuchan), somos imbatibles. Ahora ha sido la covid-19, pero antes ha fue Airbús, el TGV que ha desbancado los famosos trenes japoneses, ... Pero ahora hay más éxitos.
¿Recuerdan cuándo en primavera íbamos todos asustados por el posible corte de suministro de Rusia? Pues la UE ha hecho su trabajo
Uno de los éxitos de los que se habla poco es el enorme suceso que ha significado la política europea de gestión del gas natural. ¿Recuerdan cuando, la pasada primavera, íbamos todos asustados por el posible corte de suministro de Rusia? Pues la UE ha hecho su trabajo, independientemente de que el invierno (que justo empieza) sea suave o no. ¿Cuál ha sido este trabajo? Básicamente orientado a tres frentes: reducir consumo, acumular reservas y preparar infraestructuras. La reducción de consumo se ha notado. Quizás en los hogares no tanto, pero sí en la industria. Y aquí tenemos la gran discusión entre los alemanes y el resto. Alemania, entre otros, piensa que la mejor manera de reducir consumo es que los precios sean elevados. Otros piensan que se pueden reducir precios y regular el consumo. Seguramente la verdad está en medio camino. Es cierto que se puede ser ahorrador y vigilante, pero las cosas solo cambian cuando afectan al bolsillo. La experiencia es larga. La realidad es que el consumo se ha reducido el 12% a lo largo del 2022, antes de que empezara el frío fuerte.
De todos modos, los adelantos más importantes están en el área del almacenamiento e infraestructuras. Incluso en un escenario malo, de no reducción, llegaríamos en verano con casi el 50% de reservas.
Y en cuanto a las infraestructuras construidas y en construcción, tampoco nos hemos quedado quietos. Desde septiembre del 2021, está en marcha el plan siguiente..
Lo que quiero decir con todo esto es que no vamos tan mal. Los europeos no. Creo que es hora de superar el pesimismo y el complejo que nos impide sentirnos orgullosos a día de hoy. Por los hechos, yo diría que somos los mejores. ¿Que no todos aportamos el mismo trabajo? De acuerdo. Pero qué quieren que los diga, civis europaeus sumus. Y esto hay que celebrarlo.