Vivir como una jubilada

Cuesta mucho bajar el ritmo, especialmente cuando estamos acostumbradas a rutinas frenéticas y a centrar toda nuestra atención en el trabajo. Es verdad que, en estos años que vivimos, el trabajo se ha convertido en mucho más que algo que hacemos a cambio de dinero. Sin embargo, creo que no es hasta que estamos a punto de irnos de vacaciones que realmente somos capaces de valorar lo relevante que es no solo para la construcción de nuestra identidad, sino también para llenar nuestro tiempo con otras cosas.

Tengo un amigo, mayor que yo, que se jubiló hace unos años. El vacío existencial que sintió al darse cuenta de cuántas horas de su vida había dedicado al trabajo fue abrumador. De repente, tenía más de sesenta horas a la semana que no sabía cómo gestionar. Sus amigos trabajaban, su esposa también, sus hijos estaban en la universidad y él, solo en casa y con todo el tiempo del mundo, se dio cuenta de que tenía que empezar a buscar algo que hacer o los próximos cuarenta años de su vida serían muy aburridos. Así que comenzó a ir en bicicleta, a hacer voluntariado en una asociación local, a visitar más a los abuelos y a la familia, o a ayudar a algunos amigos con tareas tediosas como mudanzas o diseño de interiores. Mi amigo lleva años con esta nueva vida, y ahora precisamente piensa lo contrario: ¡cuántos años antes debería haberse jubilado!

"En estos años que vivimos, el trabajo se ha convertido en mucho más que algo que hacemos a cambio de dinero"

Cuando pienso en lo que quiero ser de mayor, siempre me viene a la mente el anuncio de una marca de juguetes de Barcelona que visitábamos una vez al año. En el escaparate, estaba escrita la frase "io da gan bui se patit". Pero mi hermana pequeña es disléxica, un impedimento que siempre nos ha hecho sonreír, y ella leyó, erróneamente o quizás no tanto, "jo de gran vull ser feliç". En casa se ha convertido en habitual recordar las frases de la Mimiona, que siempre son inesperadas pero punzantes. El caso es que siempre he tenido muy presente que el objetivo de la vida es la felicidad, no solo como una meta teleológica, sino como algo cotidiano. Y cuando llega el momento cercano a las vacaciones, pienso hasta qué punto mi trabajo me hace o debe hacerme feliz, o si debería jubilarse prematuramente.

La editorial Capitán Swing publicará un libro este otoño titulado La feina no t'estima (Work Won't Love You Back, en inglés) de Sarah Jaffe, que hace referencia al sobreesfuerzo que muchas personas hacen por su trabajo, por llegar a ser "alguien", por tener "éxito profesional" o por ocupar posiciones de poder. El trabajo no te ama, tus tareas y todo lo que te preocupa, a menos que salves vidas o cures cánceres, puede esperar y no es nunca imprescindible. 

"Cuando llega el momento cercano a las vacaciones, pienso hasta qué punto mi trabajo me hace o debe hacerme feliz"

Sin embargo, hay cosas, cosas por las que puedes recibir dinero, que sí pueden ser motivo de felicidad. En mi caso, escribir. En el caso de otros, construir casas, organizar actividades, servir cervezas frías o acoger conferencias sobre temas interesantes. Para otros puede ser hacer el payaso en la televisión o trabajar con un equipo de personas fantásticas. Para algunas personas, su trabajo puede ser significativo, para otras no. Algunas tenemos la suerte de poder trabajar en algo que nos llena, y otras deben ganarse la vida porque, si no, el sistema las devoraría. Todas, sin embargo, trabajamos. Y como es evidente que no podremos jubilarnos en los próximos años, y tampoco tenemos, aún, suficiente poder para cambiar el sistema, no tenemos muchas alternativas. Por eso, dentro de nuestras limitaciones, debemos tener como objetivo vivir como una jubilada.

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