No caigamos en el cofoísmo

16 de Septiembre de 2019
Xavier Ferràs

Hace un tiempo, una asociación empresarial de Barcelona me pidió escribir un artículo sobre "casos de éxito de la innovación en Catalunya". Me negué. Les propuse, pero, que hiciéramos un monográfico para estudiar como llegar a los estándares de los verdaderos países líderes en innovación, no para continuar mirándonos el ombligo. Se sorprendieron. Hasta cierto punto, estaban convencidos que éramos una superpotencia innovadora. Los medios continuamente repiten cómo somos de buenos en emprendeduría o en investigación, o como de atractiva es Barcelona para el talento internacional. Y es verdad, pero es una verdad parcial y transitoria. No es importante lo que ya hemos hecho, y los extraordinarios casos de éxito que tenemos, sino lo que hay que hacer y a qué velocidad se mueven el mundo y nuestros competidores.

"No es importante lo que ya hemos hecho, y los extraordinarios casos de éxito que tenemos, sino lo que hay que hacer y a qué velocidad se mueven el mundo y nuestros competidores"

Desgraciadamente, nuestro sistema de innovación es extraordinariamente débil. Tenemos chispas de brillantez y excelencia, pero tenemos que ser muy autocrítics: no son suficientes. Estamos a años luz de los estándares internacionales. Según las variables de medida aceptadas internacionalmente, nuestra posición en los rankings innovadores es muy baja. Si a principio de siglo hablábamos de Catalunya cómo uno de los "cuatro motores de Europa", junto con Lombardía, Rhone-Alp, y Baden-Wurttemberg (realmente esto no era un ranking, sino una red informal de cuatro de las regiones más industriales del continente), hoy Catalunya ocupa el lugar 140 en el Regional Innovation Scoreboard de la Unión Europea, encontrándose entre las regiones de 3er nivel en capacidad de innovación. En el ranking de clústeres innovadores del Global Innovation Índice elaborado por la escuela de negocios INSEAD y por la World Intellectual Propery Organization (WIPO), Barcelona ocupa el lugar 42, lejos de las posiciones de liderazgo que nos gustarían y que nos merecemos. La inversión en I+D de la economía catalana sigue siendo extremadamente baja: 1,47% sobre PIB, muy lejos del 4,3% de Corea del Sur o Israel, del 3% de Alemania, o del 2% de la UE en su conjunto y de la China. Hace diez años estábamos mucho mejor, casi al 1,7% y íbamos disparados hacia el 2%, cota que teníamos que cumplir el 2010. La crisis, la austeridad y el cambio de políticas rompieron aquella dinámica.

El primer paso para mejorar la situación es reconocer nuestras debilidades. Es cierto que tenemos grandes casos de éxito de emprendeduría y un extraordinario despliegue de centros de investigación. Pero unos cuántos casos virtuosos no conforman un sistema eficiente. Algunos buenos profesores no hacen una gran universidad: hay que construir una cadena de valor excelente, desde las admisiones a la investigación pasando por la calidad académica y por la ocupabilidad final del alumno, para hacer una gran universidad. Algunos buenos jugadores no hacen un gran equipo de fútbol, hace falta que el conjunto esté compensado, entrenado, y tenga estrategia ganadora. Algunos grandes músicos no hacen una buena orquesta: hace falta que se coordinen, vayan compasados y el conjunto conforme una melodía. Y las estadísticas frías nos dan melodías no compasadas en innovación. Y, si no nos lo creemos, pensamos en cuántos jóvenes con talento, sobradament preparados, encuentran trabajos dignos en Catalunya, y cuántos tienen que irse al extranjero. Algo no está funcionando en un sistema que crea talento y conocimiento, pero no es capaz de aprovecharlo.

"Algo no está funcionando en un sistema que crea talento y conocimiento, pero no es capaz de aprovecharlo"

Muchos son los puntos débiles. Tenemos una industria exportadora, que no invierte suficientemente en I+D para diferenciar sus productos y crecer globalmente. Tenemos centros de investigación excelentes, que no son capaces de poner en valor su conocimiento para crear puestos de trabajo en Catalunya. Tenemos una dinámica emprendedora que no crea suficientes empresas de base tecnológica. Tenemos centros tecnológicos que, para tener impacto real en la economía tendrían que multiplicar por cinco su dimensión. Tenemos metodologías de desarrollo de clústeres reconocidas internacionalmente, pero con dotaciones ridículas en comparación a los clústeres internacionales relevantes. Tenemos buenas universidades públicas, que sufren de un infrafinanciación endémica.

Se están haciendo pasos positivos para resolver la situación. Hay conciencia, entre los expertos que existe un grave problema de transferencia tecnológica. El nuevo Pacto por la Sociedad del Conocimiento va en la buena dirección. Pero siempre chocamos con una traba: no hay financiación para las políticas de innovación.

Honestamente, me cuesta de creer. Sé que la Generalitat no nada en la opulencia. Pero también sé que otros países, de la nada, han creado hubs globales de innovación en muy poco tiempo. Y que, con las bases creadas, cómo hemos hecho nosotros, el esfuerzo que resta es sólo incremental. Caer en el cofoísmo que ya tenemos un gran país innovador, y en el conformismo de no destinar recursos estratégicos a la innovación, es un error que pagaremos muy caro.

"Las inversiones públicas y privadas en I+D relevante y útil de hoy sustentarán el estado del bienestar del mañana. Catalunya no tiene petróleo, pero tiene talento"

Es un tema de prioridades. Las inversiones públicas y privadas en I+D relevante y útil de hoy sustentarán el estado del bienestar del mañana. Catalunya no tiene petróleo, pero tiene talento. Tenemos que hacer que este talento y este conocimiento generen valor económico en Catalunya, o en el futuro sufriremos las consecuencias. Un país sin ciencia, tecnología e innovación es un país abocado a la precariedad.