Catalunya ha desarrollado unos activos en ciencia que por su dimensión son muy notables. A diferencia de otros ámbitos más movidos por la inercia y el mimetismo, Andreu Mas Colell hizo política de país en ciencia. Esto y el hecho de que operaciones como ICREA hayan sido bien gestionadas ha sido clave para que en ciencia, Catalunya se mire satisfactoriamente al espejo. La base se encuentra en unas universidades que, a pesar de estar menos financiadas que las universidades internacionales que tienen como referencia, han creado conocimiento de forma eficiente. En ciencia ha funcionado menos el "café para todo el mundo" que es el gran garante de la mediocridad.
"Catalunya ha desarrollado unos activos en ciencia que por su dimensión son muy notables. Andreu Mas Colell hizo política de país"
El talento, pero también la autoexigencia y el esfuerzo, forman parte de la definición de trayectorias de investigación brillantes que actúan como ejemplo para evitar ser un país de diletantes. Cuando se escucha a gente como el mismo Mas Colell, como Núria Sebastian, Alicia Casals, Josep Samitier, Joan Xavier Comella, Mateo Valero, Lluís Torné, José García Montalvo (la lista sería por suerte muy larga) se entiende todo. Pero Catalunya no ha tenido sólo buenos científicos, ha tenido buenos creadores de políticas públicas en ciencia, para mí, figuras que he conocido como Pep Martorell o Arcadi Navarro son gente que ha multiplicado mucho. En resumen, talento llama talento igual que mediocridad llama mediocridad. Y en ciencia se ha sabido atraer talento.
Pero esta Catalunya que es buena en ciencia, es discreta (para usar un término poco afilado) en valorización del conocimiento. Costa mucho que la base de conocimiento se convierta en valor social o en valor económico. Y esta parte de la ecuación no es menor. Aquí no ha habido una política de valorización y de innovación muy dotada y además se ha abusado del riego por aspersión como forma de distribuir las ayudas. Hace unos diez años, hablamos mucho con personas como Xavier Ferràs cuando estaba en Acció, Xavier López, Joan Parra y muchos directores corporativos de innovación sobre como activar la innovación. La idea que debatíamos giraba en torno a como poner más recursos y dedicarlos a tecnologías que actuaran de palanca de crecimiento, o como hacer apuestas diferenciales para proyectos que eran estratégicos pero que comportaban un gran riesgo de falla de mercado para sus promotores. Aquellos debates estan bien vigentes.
"En ciencia ha funcionado menos el "café para todo el mundo" que es el gran garante de la mediocridad"
Al final, en resumidas cuentas, si Catalunya no dedica proporcionalmente muchos dinero a ciencia, el dinero que realmente ha dedicado a la innovación y la valorización están históricamente muy por debajo de la media que habría que suponer. Mucho, quiere decir mucho. Y con el poco dinero que hay, repartirlos de forma poco focalizada es temerario porque todavía reduce más su impacto. Curiosamente, en un país de tradición industrial como Catalunya la prioridad política no ha sido nunca ni la valorización ni la innovación. No es una cosa de ahora. Eso sí, se han hecho todo tipo de planes muy avanzados, y cuando decae un plan, llega un nuevo equipo político y propone otro, pero nunca ha habido recursos significativos. Y que las empresas se espabilen ya está bien. Las empresas ya lo saben. Pero hay cosas que sin determinadas apuestas público-privadas contundentes, los crecimientos son muy lentos o son de poco alcance.
La paradoja es que Barcelona en estos últimos años ha acumulado mucho talento emprendedor y ha sido capaz de atraer una retahíla extraordinaria de centros de I+D y de innovación de multinacionales y se ha convertido en una referencia en el mapa europeo de la emprendeduría, pero la innovación basada en la ciencia hecha en Catalunya continúa siendo una asignatura pendiente. No todo es dinero, también es nuestra cultura, la misma cultura del mundo universitario y la debilidad del ecosistema empresarial en campos donde Catalunya es una potencia científica. Por la capacidad científica que Catalunya ha demostrado, lo normal sería que hubieran nacido unas cuántas empresas de alto crecimiento basadas en conocimiento local o que muchas más empresas consolidadas hubieran hecho saltos importantes gracias a la valorización del conocimiento de nuestros centros de investigación y de los centros tecnológicos.
"La paradoja es que Barcelona ha acumulado mucho talento emprendedor y se ha convertido en una referencia en el mapa europeo, pero la innovación basada en la ciencia continúa siendo una asignatura pendiente"
Es obvio que los mecanismos de transferencia de tecnología se pueden mejorar mucho. Hace años que pienso que la base de la transferencia del conocimiento se encuentra más en saber crear oportunidades compartidas que en un intento de transacción de conocimiento a cambio de dinero. Hay que crear nuevos espacios para nuevas figuras. Por ejemplo, necesitaríamos un tipo de VentureBuildings especializados que hagan un verdadero papel de emprendedores entre la investigación y las empresas. Y necesitamos proyectos de dimensión, con capacidad de impactar seriamente. Casi todo es pequeño. No podemos continuar alimentando campeonatos del mundo de pruebas piloto que mueren en ellas mismas. Y si todavía quedan OTRI (oficinas de transferencia de tecnología) que hacen más de burócratas que de emprendedores, hay que ayudar a hacer que cambien de rol. Más allá de formularios, lo que necesitamos es un empujón. El mismo empujón que hay para ganar diferencialmente proyectos competitivos, en el que muchas universidades y centros de investigación son muy buenos, lo necesitamos para apostar por la valorización del conocimiento. Y necesitamos poner otro sistema de incentivos, por qué hoy para los buenos grupos de investigación su zona de confort está mucho más en ganar importantes proyectos europeos que no en tener contratos con empresas. Y habría que hacerlo todo.
Y finalmente, una idea que siempre me viene a la cabeza cuando hablo con gente como Anna Maiques. Ella que ha sabido combinar con éxito su empresa Neuroelectrics entre Barcelona y Boston. O cuando me reúno con Jordi Albó y EsteveVilella en Boston para impulsar su proyecto Lighthouse. Por qué no salimos más a valorizar tecnologías y conocimientos? La ciencia catalana es muy internacional. Por qué no lo tiene que ser su valorización. Leitat, que es un centro tecnológico privado, lo ha hecho. Ya hace tiempo que está en Chile y se sale. Por qué no pensar en una operación seria de internacionalizar la valorización. O es que alguien se creyó nunca que aquello de la triple hélice podía funcionar en ecosistemas sólo locales. Ya hace muchos años que la Universidad de Oxford abrió delegación en Shanghai para valorizar sus tecnologías. No tendríamos que pensar en una cosa similar? No se trata de perder pistonada local, sería un muy mal negocio, se trata de potenciar la proyección en ecosistemas de innovación de alto rendimiento. Si vendiéramos más ciencia fuera, venderíamos más en casa, estoy convencido. Hemos exportado talento científico de primer nivel, sobre todo en salud, pero tenemos que saber resolver mejor la ecuación ciencia e innovación a escala local e internacional. A una ciencia de gran consistencia le hace falta una valorización equivalente. Estamos orgullosos de nuestros científicos y científicas pero les tenemos que ofrecer un mayor reconocimiento: valorizar sus aportaciones. Y aun así como país, lo necesitamos con urgencia.