Tanto si las empresas fueran ciudades, como si las ciudades se gestionaran como empresas, las dos tendrían que aprender mucho las unas de las otras. Me explico: el mundo está cambiando de manera veloz, y no sólo motivado por los cambios asociados a la implantación de las nuevas tecnologías. Pero estaremos de acuerdo que son el gran motor de cambio y de transformación: las nuevas tecnologías y la innovación permanente. Internet ha cambiado el hábito de las personas en los últimos 20 años. Internet, dicho en el sentido más amplio, es decir, las nuevas tecnologías, han cambiado la forma de aproximarse a los mercados y la manera de hacer negocios de casi todas las empresas en los últimos 10 o 15 años. Internet, no obstante, no ha cambiado todavía de manera radical la forma de gestionar las ciudades, de aprovechar mejor los recursos, de ser más eficientes, de ser más sostenibles con el entorno, económicamente y, también, social. Pero esto cambiará de manera radical durante los cercanos cinco, 10 años. Y este cambio que experimentarán las ciudades -y también pueblos, villas y territorios- a partir de la aplicación -con sentido e inteligencia- de las nuevas tecnologías; esto, al cual se le ha denominado smart city o sociedad digital o la 4a revolución industrial, viene a impactar en la manera de gestionar las ciudades pero también en su relación con el entorno, con los ciudadanos, con las empresas y el tejido empresarial y de emprendeduría, con la academia, con otras ciudades de su entorno más inmediato y, a la vez, con las lejanas con las cuales compiten... Y habrá que crear un ecosistema para aprovecharlo al máximo.
Aquí me atrevo a decir que Barcelona es un referente, que lo vio o lo intuyó mucho antes que otros y que hace tiempos que anda: MWCongress y capitalidad mundial del móvil, la SmartCity Expo de más referencia en el ámbito internacional, multitud de congresos tecnológicos sectoriales y empresariales de prestigio internacional, centros tecnológicos públicos y privados referentes, multinacionales que quieren invertir y, sobre todo, innovar para después exportar las soluciones, empresas locales, startups y emprendedores que ya hace años que se han quitado el sueño de las orejas y exportan en todo el mundo, etc. No digo que tengamos nada hecho. Sólo digo que estamos, y desde el primer momento, andando con paso decidido.
"Barcelona es un referente, que lo vio o lo intuyó mucho antes que otros"
Cómo decía, esto cambiará, y mucho. Porque en definitiva, estamos construyendo las ciudades del futuro, las ciudades del siglo XXI, donde la tecnología romperá con la visión tradicional de como gestionar las cosas: con silos, mediante grandes empresas apoltronades (a estas sí que los está costado sacarse la son de las orejas e intuir como están cambiando las cosas), innovando sólo cuando ya no es más sostenible seguir haciendo el mismo ... Así pues estamos ante la innovación permanente, de la economía colaborativa, de la radicalización -necesaria- por la sostenibilidad del entorno natural pero también del entorno urbano, de la autosuficiencia energética, de las emisiones cero, de la colaboración entre ciudades, del marketplace de servicios a las ciudades soportados por plataformas tecnológicas abiertas -y recalco el término abiertas, porque de verdad sea un auténtico marketplace dónde desde grandes empresas a pequeñas y medianas, y también startups y emprendedores puedan desarrollar nuevos servicios, de cambio, de transformación, de mejora permanente y, a la vegada, de cambio de relación entre ciudad y empresa.
No estamos hablando ya sólo de tecnología, si no de la aplicabilidad de la tecnología. De entender el valor de los datos, el valor de la participación ciudadana, el valor de la cooperación entre multinacionales y empresas locales, pequeñas, ágiles, innovadoras; de la seguridad de las comunicaciones, de cómo se organizan las instituciones y las emprendidas frente la ciberseguretat, del valor del escalabilitat de las soluciones... En un mundo absolutamente globalizado y más si nos lo miramos, aunque sea por la cola del ojo, a través de la red. Mientras escribo estos artículos, jueces cierran páginas web, servidores... si no fuera que es muy serio, da risa. Es no saber en qué mundo vivimos. Y vuelvo a decir, otro golpe, no va sólo de tecnología. No es sólo no saber de tecnología, que también, y mucho.
La transformación digital compuerta y comportará todos estos cambios en el seno de las ciudades. Pero el que es más importante, en todos los ámbitos y áreas y espacios y estratos sociales de las ciudades. Comportará la aplicación de todo el abanico de tecnologías más importantes del momento: del BigData , de la Inteligencia Artificial, del YATE, del Blockchain, de las medidas de ciberseguretat, la realidad aumentada y virtual, de los dispositivos inteligentes y tecnologías y aplicaciones móviles (que ya las tenemos tan interiorizadas que casi ni las consideramos), el coche eléctrico, conectado y autónomo, la impresión 3D, del reconocimiento facial y seguimiento ocular, de los drons, del 5G, de la cobertura 'universal' de banda ancha... y a buen seguro que me dejo. Justo me viene a la cabeza el bitcoin y la transformación de la banca electrónica. O – y me pongo de pie por la trascendencia del momento antes de decirlo – por la democracia del siglo XXI ejercida a través del voto electrónico.
Así pues, las tecnologías digitales, que nos han revolucionado y de qué manera, sólo han empezado. Nos seguirán revolucionando durante los años próximos. Y aquí soy muy positivo. Están para ayudarnos, si las sabemos utilizar cuando sean necesarias y nos faciliten las cosas. Es decir, si entendemos que esto no va de tecnología por tecnología y, por lo tanto, sabemos marcarnos los objetivos adecuados desde el punto de vista social, económico, de preservación del medio ambiente, del uso de los recursos, de la equidad... La revolución digital nos puede acercar al desempeño de los 17 objetivos de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible (también conocido como la agenda 2030) que tan de moda están últimamente. Esto supone un gran reto y una gran oportunidad para las empresas. Las empresas pueden -hemos– de aprender de esto y asumir este cambio de modelo de ciudades como propio. En la transformación digital en la cual están sumergidas las empresas, las tecnológicas y todo el resto, es decir, todas (si alguna no está, que se lo empiece a hacer mirar), no tienen que mirar únicamente la tecnología.
"Estamos al inicio -con algunas que ya han hecho algunos pasos importantes- de un increíble camino de transformación de las ciudades y de las empresas"
Es bien cierto que la transformación tecnológica será el driver, el motor, incluso, si queréis, la excusa en alguna de ellas... pero para la auténtica transformación digital tendrán que innovar continuamente, estar mucho más cerca de sus clientes, añadir valor, cooperar con otras empresas de diferentes medidas, de diferentes mercados y de diferentes ámbitos; tendrán que creer en la economía colaborativa y en el uso y la gestión de los datos abiertos; en la preservación y eficiencia del uso de los recursos naturales; en la opinión -incluso de manera participativa- de la gente. Creo que estamos al inicio -con algunas que ya han hecho algunos pasos importantes- de un increíble camino de transformación de las ciudades y de las empresas, con una gran oportunidad de mejora de la calidad de vida de la gente, de conseguir ciudades más sostenibles, de reducir drásticamente la polución, de generar empresas con nuevos modelos de negocio menos especulativos, de generar más espacios públicos destinados a la gente, de mejorar la salud a través de la prevención, de los hábitos más saludables... En definitiva, de cambiar el mundo! (ya he avisado que soy muy positivo). Y las empresas tienen una oportunidad de cómo participar siendo protagonistas, obviamente, haciendo negocio a la vegada, y a la vez un reto y un deber con la sociedad y las nuevas generaciones. Así pues, ciudades y empresas irán de la mano, cada vez más, y todo gracias a las nuevas tecnologías, a esta revolución digital que transforma todos los paradigmas. Tienen la gran oportunidad de aprender las unas de las otras, aunque ambas se piensen –a menudo- que viven en dos mundos o realidades diferentes.
Y no, no va ya sólo de tecnología. Aunque a algunos – fiscales, jueces, políticos – por el poco que parece que entienden, los encantaría.