Lo advierte. Pero lo hace prácticamente al final del acto, cuando ya muchos están inquietos en las sillas. "En 35 años haciendo conferencias me he dado cuenta que si le doy una colleja a un político o a otro, es cuando más aplausos recibo. Como no me gusta, no lo hago", dice el filósofo y ensayista Daniel Innerarity. De hecho, los momentos que más complicidades despiertan en el auditorio -sonrisas, asentimientos con la cabeza- es cuando habla de separar la escuela de la familia ("y no hago alusión a ningún tema de actualidad"), de la política judicializada o del abuso de temas como "supremacismo" o "nacionalismo" ("cuando veo a Vargas Llosa denunciar los nacionalismos junto a una bandera gigante no sé qué significa"). Ahora bien, no es tan agradecido el público cuando habla de la crisis económica del 2008 y de las responsabilidades colectivas.
Hagámonos un dibujo del entorno. La conferencia se enmarca en el ciclo de debates La segunda digitalización, del programa de la Escuela Europea de Pensamiento Lluís Vives, bajo el título Democracia y complejidad: como gobernar en el siglo XXI. Se imparte en el aula Magna de La Nau, en València. La expectación es máxima: la sala está a rebosar, con personas incluso en la calle. Y allá, entre esas decenas de personas, Innerarity habla de la crisis de 2008 cargando contra los postulados argumentados por las izquierdas y las derechas: ni ocurrió por unos "malvados" que se aprovecharon ni porque vivimos por encima de nuestras posibilidades. O quizás una mezcla de todo eso y algo más.
Innerarity: "La crisis se produce porque el sistema no estaba muy diseñado y no porque actores individuales hicieran las cosas mal"
"Tenemos que pensar un sistema económico mundial más allá de los nacionales. Con la crisis de 2008 no teníamos una manera de pensar de forma sistémica de la economía global. La crisis se produce porque el sistema no estaba muy diseñado y no porque actores individuales hicieran las cosas mal", observa Innerarity. Y pone dos ejemplos que "no corresponden al carácter sistémico": el primero, la detención de Bernard Madoff, el autor de peor estafa de la historia. "Pensamos que ya se acabaría todo. Desde la izquierda se interpretó que hay unos sinvergüenzas que crearon la crisis y se aprovecharon de ella. Pasó, pero no es la única causa. ¡Ojalá! Si lo fuera, lo habríamos arreglado encarcelándolos", sostiene el filósofo.
El segundo ejemplo es la frase tan repetida desde la derecha ideológica de que "hemos vivido por encima de nuestras posibilidades". "En parte es verdad, pero es un típico ejemplo de explicación simplista. Tenemos un cerebro prehistórico, seguimos pensando atávicamente en líderes carismáticos o en políticos ejemplares. Imputamos responsabilidades individuales y pensamos poco en términos sistémicos y en responsabilidad colectiva", observa.
Repensar la democracia
"Es bueno que empecemos a pensar en términos de responsabilidad y no sólo de protesta", apunta Innerarity, después de explicar una anécdota. Hace tiempo propuso crear una lista de personas indignadas con el alcalde de su pueblo; a pesar de tener a una buena parte del vecindario en contra, nadie quiso unirse a una lista electoral y finalmente no la crearon. Cuenta que, después de esto, cuando el filósofo entraba en el bar del pueblo -el único- todos cambiaban de tema: es obvio que estaban criticando medidas del alcalde, pero les daba vergüenza seguir haciéndolo ante quien había propuesto una solución al problema.
Innerarity: "La democracia no es sólo un sistema legítimo, sino inteligente"
La conferencia de Innerarity está marcada por su preocupación para avanzar hacia una sociedad más compleja -que ve inevitablemente "mejor" que una más simple- y cómo seremos capaces de afrontar los problemas que se plantean. El filósofo cree que "el peor enemigo de la democracia no es la violencia o la corrupción, sino la simplicidad". Y hoy en día, observa que "quien simplifica, gana"; por ejemplo, "cuando se construyen muros para aislar a los diferentes se gana a corto plazo, pero a largo plazo podemos producir unos resultados muy disfuncionales y crear sociedades estúpidas".
Por eso, Innerarity considera que "la democracia se mejora haciéndola más compleja" y subraya que "no puede resolver un problema complejo si no puede generar unos mecanismos de soluciones complejos". "A medida que aumenta la complejidad hay más formación, más diversidad de intereses, inteligencia distribuida... la democracia es sinónimo de complicación, es mejor que la simplicidad", defendió el filósofo, a la vez que habla de retos cruciales como la emergencia climática, la estabilidad financiera o cómo afectará la robotización a la ocupación, todos ellos inabordables en un contexto mundial de "tecnología asimétrica" o "procesos de distribución muy diferentes". "¿Tenemos el arsenal analítico que necesitamos o seguimos con partidos políticos, parlamentos y sindicatos para la Revolución Industrial? Necesitamos un cambio de paradigma", apunta.
En esa "sociedad compleja" Innerarity ve tres variables con las cuales se tiene que convivir: la contingencia, que implica "aprender a tomar decisiones con información insuficientes"; la diferenciación funcional, que necesita integrar "diferentes subsistemas con lógicas autónomas"; y la interdependencia, donde señala que "hay constelaciones donde todos somos más inteligentes que si actuamos individualmente o más estúpidos en conjunto de lo que somos particularmente". Un símil futbolístico: "En el campo de fútbol es más importante la interacción entre los jugadores que fichar estrellas galácticas. Esto es lo que la sociedad tiene que conseguir, que la interacción entre nosotros sea más positiva pudiendo ser más negativa". Esa interacción también la aprovecha para colar la actualidad del Gobierno de coalición en Madrid: valora que "todos los gobiernos son de coalición, es el ministro de Hacienda contra todo el mundo".
Por todo esto, el filósofo cree que "la democracia no es sólo un sistema legítimo, sino inteligente". De nuevo, aprovecha anécdotas para explicarse: cuenta que un día, viviendo en París, le preguntaron por qué pasaron los últimos años de su vida algunos intelectuales españoles de prestigio en el siglo XX. "Porque con el Franquismo los que pierden se van", respondió, y ahora añade: "Es estúpido. En cambio, en la democracia nunca hay una victoria definitiva. Cuando pierdes, te dicen: quédate aquí, lleva la contraria, haz oposición. Porque quizás en un futuro te necesitaremos". "Esto es inteligencia colectiva", sentencia.