A menudo el cine nos muestra distopias que actúan como recordatorio de aquello que tenemos que evitar. Un mundo feliz, 1984, Gattaca, Matrix son las más citadas cuando hablamos de escenarios de futuro donde las cosas se han torcido. Y a pesar de todo han resultado proféticas en cierto modo. La sociedad aC (antes Covid) del edutenimiento, la gamificación y las pantallas sedantes se asemeja mucho a la que describía Huxley en Un mundo feliz, con los bits como Soma.
"El cine nos muestra distopias que actúan como recordatorio de aquello que tenemos que evitar: Un mundo feliz, 1984 o Gattaca"
Neil Postman en su libro Amusing Ourselves tono Death: Public Discourse in the Age of Show Business lo explica muy bien. Afirma que el mundo actual lo reflejó mejor Aldous Huxley en Un mundo feliz, donde la gente estaba oprimida por su adicción a divertirse, que no Orwell en 1984 donde era oprimida por el control del Estado.
Postman escribió esto en 1985, pre-internet y pre-móviles. Hoy, con las omnipresentes pantallas bidireccionales que no se pueden apagar, la simplificación de la lengua para evitar la difusión de ideas demasiado peligrosas y el inexistente "Gran Hermano" que al final somos nosotros mismos, quizás vería que los dos futuros eran compatibles.
Lo que nos lleva a "Matrix". Los meses de confinamiento han sido un curso de "Matrix" para principiantes. Los humanos nos hemos visto desproveídos de nuestros sentidos y la única conexión que hemos tenido con el mundo ha sido vía la red: videollamadas, Netflix, Filmin, telediario, Twitter, Tiktok e Instagram. La realidad que nos hemos construido es de segunda mano en base a datos e información mediada por algoritmos. Matrix.
"Los meses de confinamiento han sido un curso de "Matrix" para principiantes"
La película Gattaca (1997, Andrew Niccol) muestra un futuro biopunk donde una sociedad de diseño vía la eugenesia practica la discriminación genética con los que no son perfectos. No sufráis, nosotros no estamos todavía, pero cómo que el futuro siempre está en un lugar u otro, algunos se están acercando.
Estos días hemos oído a hablar de los "pasaportes inmunitarios" que los gobiernos podrían emitir para discriminar qué ciudadanos están bien, cuáles son inmunes y cuáles se tienen que confinar. Esto ayudaría sin duda a la reactivación de la economía —no haría falta la medida feudal del confinamiento total— pero comporta muchos riesgos. Ayer mismo, la revista Nautre avisaba de los riesgos y de los peligros de tal iniciativa.
Para empezar, la OMS advierte que "actualmente no hay evidencia que las personas que han pasado la COVID-19 tengan anticuerpos que les protejan de una segunda infección" y continúa desgranando en diez puntos el porque un "pasaporte inmunológico" es una mala idea. La conclusión es que todos los recursos que se tendrían que dedicar eventualmente al desarrollo e implantación de tecnologías de seguimiento y "pasaportes sanitarios" se dediquen a la investigación para el desarrollo de la vacuna.
Los riesgos de segregación, discriminación y de clasificación —aquí aplicado a clase social— de tecnologías de marcaje social como las que ya se están utilizando en China acabarían de añadir "Gattaca" a la colección de presentes distópicos. Y no hace falta.