
28
de Julio
de
2015
En la ciudad de Barcelonaviven más de 1.600.000 personas. La gran mayoría, en bloques de edificios que superan los cinco pisos, y con balcons pequeños. Esto significa que tener terraza o azotea es un lujo.
De hecho, según los datos del Ayuntamiento, el casco urbano dispone de 17.000.000 de metros cuadrados de cobertura habitable. La paradoja es que, a menudo, las comunidades de vecinos han dejado sin uso estos espacios. Y conscientes del privilegio que significa disfrutar del sol en una terraza y de tener un lugar donde celebrar encuentros, la start-up Upstairs Bcn se suma a la oleada de la economía colaborativa para convertirse en un tipo de Airbnb de las azoteas barcelonesas.
Cambiar el estilo de vida
"La ropa se enjuga a la secadora, nos ponemos morenos tomando sesiones de rayos ultravioletas y los niños juegan con las mesitas adentro de casa. Por qué nos hemos olvidado de las costumbres de toda la vida?", se pregunta Florenci Guntín a guisa de reflexión. Él es el fundador del proyecto y uno de los dos socios que se tiró a la piscina para devolver a las azoteas el protagonismo que considera que merecen.
Sólo hace tres meses que están en activo y ya cuentan con un catálogo de 12 azoteas. El crecimiento es "gradual", confiesa Guntín, pero considera que el auge de la economía colaborativa es un punto con el cual cuentan a favor. Defiende que no es sólo una moda pasajera, sino que es una muestra de como es debido cambiar los hábitos de consumo: "Se trata de una suma entre la necesidad de encontrar otras vías para hacer dinero y de la tendencia de compartir y no de poseer".
Upstairs Bcn ofrece ya una programación estable, a pesar de que todavía insuficiente para generar beneficios. Por eso, los socios todavía tienen que hacer frente al desembolso de dinero, una inversión que el CEO prevé que llegará a los 60.000 euros a finales de este 2015.
Ver la ciudad con otros ojos
Las azoteas tienen que cumplir algunos requisitos. El primero, permitir un aforo mínimo de 15 personas, de forma que quedan descartadas las terrazas pequeñas. También tienen que asegurar unas medidas de seguridad mínimas y tener unas vistas únicas de la skyline de Barcelona u ofrecer otro aspecto de un lugar conocido de la ciudad.
"Buscamos miradas insólitas a determinados lugares o conjuntos patrimoniales, es un atractivo tanto por los locales como por los turistas que ya conocen las 7 o 8 iconos clásicos y buscan adentrarse en el estilo de vida de aquí", añade Guntín. Y es que ya han conseguido atraer visitantes extranjeros a sus actividades, tanto por las vistas proponen como por las actividades.
Experiencias únicas
Las actividades que integran el programa de la start-up también cumplen algunas normas: "Ser de calidad cultural o artística, únicas y sensoriales". En estos primeros meses han organizado un ciclo de jazz, sesiones de danza, observación astronómica y horticultura urbana.
Guntín remarca que buscan talleres que tengan "lógica con el entorno", es decir, que el hecho de ser un escenario como este complemente la actividad en cuestión y le dé un valor añadido. Además, para acabar "de redondear la experiencia", como dice el fundador, se acompaña la sesión con la degustación de una cerveza o cava artesano, o alguno otro producto gastronómico singular.
A medida por el anfitrión
El anfitrión –como denominan los propietarios de los espacios- son quienes escogen qué beneficio sacar de cada actividad. Guntín detalla que pueden trabajar con un presupuesto cerrado donde la persona decide por cuánto dinero y horas quiere alquilar su azotea o bien escoger quedarse con el 50% de los beneficios. El otro 50% se lo queda Upstairs BCN.
En este sentido, el CEO subraya que cada propuesta está 100% adaptada al usuario y que es totalmente transparente: "El anfitrión conoce los detalles del taller, quién lo organiza, cuánta gente va y los gastos que comporta hacer aquella actividad. Y, por supuesto, tiene que aprobarlo todo".
El servicio no se limita únicamente a gestionar el alquiler entre el propietario y el interesado, sino que también da la posibilidad de habilitarlo con los servicios y mobiliario necesario para llevar a cabo la sesión. Esta es un gasto que va a cargo de la entidad o particular que celebra el acontecimiento y está pensado especialmente por quien quieren hacer fiestas como aniversarios o encuentros de amigos y familiares.
Esta última línea de negocio los permite acercarse a las agencias de comunicación y productoras visuales, un segmento que, según Guntín, "ha demostrado ser muy viable".
Pensar en el medio ambiente
Estar dentro de la red de alquiler de azoteas implica también recibir consejos sobre como mantener y mejorar el espacio. El otro socio fundador, Kiko Escudé, había trabajado en la rehabilitación de espacios y se encarga de este aspecto. El que hacen es ayudar el propietario a poner placas solares, instalaciones eólicas o sistemas para recoger las aguas fluviales, así como cubiertas para ajardinar los espacios. "Al final, el que queremos es abrir un espacio privado a todo el mundo y contribuir en una mejora por el bien de todo el mundo", concluye Guntín.
De hecho, según los datos del Ayuntamiento, el casco urbano dispone de 17.000.000 de metros cuadrados de cobertura habitable. La paradoja es que, a menudo, las comunidades de vecinos han dejado sin uso estos espacios. Y conscientes del privilegio que significa disfrutar del sol en una terraza y de tener un lugar donde celebrar encuentros, la start-up Upstairs Bcn se suma a la oleada de la economía colaborativa para convertirse en un tipo de Airbnb de las azoteas barcelonesas.
Cambiar el estilo de vida
"La ropa se enjuga a la secadora, nos ponemos morenos tomando sesiones de rayos ultravioletas y los niños juegan con las mesitas adentro de casa. Por qué nos hemos olvidado de las costumbres de toda la vida?", se pregunta Florenci Guntín a guisa de reflexión. Él es el fundador del proyecto y uno de los dos socios que se tiró a la piscina para devolver a las azoteas el protagonismo que considera que merecen.
Sólo hace tres meses que están en activo y ya cuentan con un catálogo de 12 azoteas. El crecimiento es "gradual", confiesa Guntín, pero considera que el auge de la economía colaborativa es un punto con el cual cuentan a favor. Defiende que no es sólo una moda pasajera, sino que es una muestra de como es debido cambiar los hábitos de consumo: "Se trata de una suma entre la necesidad de encontrar otras vías para hacer dinero y de la tendencia de compartir y no de poseer".
Upstairs Bcn ofrece ya una programación estable, a pesar de que todavía insuficiente para generar beneficios. Por eso, los socios todavía tienen que hacer frente al desembolso de dinero, una inversión que el CEO prevé que llegará a los 60.000 euros a finales de este 2015.
Ver la ciudad con otros ojos
Las azoteas tienen que cumplir algunos requisitos. El primero, permitir un aforo mínimo de 15 personas, de forma que quedan descartadas las terrazas pequeñas. También tienen que asegurar unas medidas de seguridad mínimas y tener unas vistas únicas de la skyline de Barcelona u ofrecer otro aspecto de un lugar conocido de la ciudad.
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Vistas en la calle Sant Pere más alto y al Palau de la Música Catalana desde una terraza. Cedida |
"Buscamos miradas insólitas a determinados lugares o conjuntos patrimoniales, es un atractivo tanto por los locales como por los turistas que ya conocen las 7 o 8 iconos clásicos y buscan adentrarse en el estilo de vida de aquí", añade Guntín. Y es que ya han conseguido atraer visitantes extranjeros a sus actividades, tanto por las vistas proponen como por las actividades.
Experiencias únicas
Las actividades que integran el programa de la start-up también cumplen algunas normas: "Ser de calidad cultural o artística, únicas y sensoriales". En estos primeros meses han organizado un ciclo de jazz, sesiones de danza, observación astronómica y horticultura urbana.
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Concierto de Jazz en una terraza del distrito de Ciutat Vella. Cedida |
Guntín remarca que buscan talleres que tengan "lógica con el entorno", es decir, que el hecho de ser un escenario como este complemente la actividad en cuestión y le dé un valor añadido. Además, para acabar "de redondear la experiencia", como dice el fundador, se acompaña la sesión con la degustación de una cerveza o cava artesano, o alguno otro producto gastronómico singular.
A medida por el anfitrión
El anfitrión –como denominan los propietarios de los espacios- son quienes escogen qué beneficio sacar de cada actividad. Guntín detalla que pueden trabajar con un presupuesto cerrado donde la persona decide por cuánto dinero y horas quiere alquilar su azotea o bien escoger quedarse con el 50% de los beneficios. El otro 50% se lo queda Upstairs BCN.
En este sentido, el CEO subraya que cada propuesta está 100% adaptada al usuario y que es totalmente transparente: "El anfitrión conoce los detalles del taller, quién lo organiza, cuánta gente va y los gastos que comporta hacer aquella actividad. Y, por supuesto, tiene que aprobarlo todo".
El servicio no se limita únicamente a gestionar el alquiler entre el propietario y el interesado, sino que también da la posibilidad de habilitarlo con los servicios y mobiliario necesario para llevar a cabo la sesión. Esta es un gasto que va a cargo de la entidad o particular que celebra el acontecimiento y está pensado especialmente por quien quieren hacer fiestas como aniversarios o encuentros de amigos y familiares.
Esta última línea de negocio los permite acercarse a las agencias de comunicación y productoras visuales, un segmento que, según Guntín, "ha demostrado ser muy viable".
Pensar en el medio ambiente
Estar dentro de la red de alquiler de azoteas implica también recibir consejos sobre como mantener y mejorar el espacio. El otro socio fundador, Kiko Escudé, había trabajado en la rehabilitación de espacios y se encarga de este aspecto. El que hacen es ayudar el propietario a poner placas solares, instalaciones eólicas o sistemas para recoger las aguas fluviales, así como cubiertas para ajardinar los espacios. "Al final, el que queremos es abrir un espacio privado a todo el mundo y contribuir en una mejora por el bien de todo el mundo", concluye Guntín.