Un nuevo contexto socioeconómico y medioambiental nos obliga a repensar el papel que tienen que jugar nuestros edificios en un futuro inmediato. La crisis sanitaria y económica actual ha cambiado muchas cosas, entre ellas nuestra manera de trabajar, nuestros hábitos y, seguramente, muchas prioridades vitales. Hemos estado confinados las 24 horas durante largos periodos y la convivencia familiar no siempre ha sido fácil, con espacios, tiempos y necesidades no siempre coincidentes. Además, lo que antes era una alternativa remota, el teletrabajo, se ha convertido en norma y no hay que menospreciar que el presentismo en la oficina deje de ser un valor.
Bajo este escenario, es inevitable y deseable que miremos especialmente hacia nuestros hogares y nos hagamos preguntas. ¿Los costes energéticos son adecuados? ¿Quiero vivir y trabajar en unos espacios no confortables? ¿Puedo asegurar que mi vivienda protege mi salud y la de mis seres queridos? ¿Estamos tan indefensos ante el entorno exterior? ¿Qué podemos hacer?
Hay una respuesta común a las preguntas anteriores: necesitamos coger el liderazgo de manera individual en todo aquello que esté en nuestras manos y no depender de terceros. De este modo, afrontaremos un futuro en el que garantizaremos que nuestro bienestar, la salud y el clima no serán frentes abiertos continuamente.
Para ayudarnos en esta tarea, desde hace unos días, el Parlamento español está trabajando en la aprobación de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética (LCCTE). Esta, que tiene que desarrollar la respuesta al desafío del cambio climático y orientar la acción integrando los objetivos y las herramientas y minimizando impactos negativos para la economía, la sociedad y los ecosistemas, serviría para movilizar los recursos necesarios en un contexto de reactivación económica poscovid-19. Tenemos que tener cierta esperanza en que nuestros dirigentes nos marquen los hitos y la ruta más adecuada para afrontar el reto. Mientras que a nosotros, nos quedará actuar con responsabilidad.
¿Cuál es la realidad actual sobre la eficiencia energética?
Algunas estimaciones concluyen que el consumo energético en España durante el confinamiento se ha reducido en más del 20%, lo que no deja de ser un indicador que retrata la bajada de la actividad global. Y, al mismo tiempo, algunos datos confirman que el consumo energético doméstico se ha incrementado en cifras cercanas al 28%. La situación es preocupante: marchamos a casa a trabajar, o en algunos casos al paro, y baja la economía global, pero aumenta el gasto doméstico. No pinta bien.
En un país en el que el 20% de la energía consumida es en el sector residencial y el 32% en la totalidad de edificios, se tiene que hacer hincapié en que estos inmuebles presenten las condiciones adecuadas para no depender de las condiciones climáticas y/o el uso. Si partimos de la premisa que cerca del 90% de los edificios están construidos antes de 2006, año de aparición del Código Técnico de la Edificación (CTE), la conclusión es que no tenemos edificios correctamente aislados. Son unos edificios que no ofrecen las prestaciones que esperaríamos de ellos. O peor, no se asemejan a los nuevos edificios que se están construyendo actualmente, denominados de Consumo de Energía Casi Nulo.
El consumo energético doméstico se ha incrementado un 28% durante el confinamiento, mientras que el consumo total se ha reducido más del 20%
¿Es justo que nuestras viviendas sean tan poco eficientes?
Dedo de otro modo, hace falta que nos planteemos una imprescindible rehabilitación energética de todo el parque de viviendas para ofrecer una transición justa, una premisa de la LCCTE. Todos tendríamos que poder recibir de la inversión más grande que hacemos en nuestra vida, la vivienda, unas condiciones adecuadas de confort, seguridad y responsabilidad medioambiental.
En palabras de hoy en día, #EnergyEfficiencyFirst. Así conseguiríamos beneficios indiscutibles: se disminuiría la factura energética de millones de familias, reduciendo su vulnerabilidad energética, obtendríamos un entorno saludable y confortable para trabajar o descansar y se minimizarían las emisiones de GEH provocadas por el uso ineficiente de la energía en nuestros edificios.
El Informe de Sostenibilidad 2019 del Grupo Rockwool reivindica el potencial que tiene el aislamiento, permitiendo lograr ahorros en climatización alrededor del 70% durante su ciclo de vida, según palabras de la Asociación Internacional de la Energía. Hay que destacar en este punto la lana de roca, que además de generar estos ahorros, ofrece condiciones de confortabilidad acústica, imprescindibles para disfrutar de los espacios que habitamos, y la seguridad ante el riesgo de incendio, al tratarse de un producto incombustible.
Unos edificios energéticamente eficientes disminuirían la factura de millones de familias
La rehabilitación de nuestros edificios, de nuestros hogares, es un paso valiente y decidido hacia una responsabilidad social personal, con uno mismo, con los nuestros y con el medio ambiente. Cuidar nuestra casa, rehabilitándola, hace que esta cuide de nosotros y del planeta. Hay bastantes estudios que nos recuerdan que una vivienda incorrectamente aislada, térmicamente y acústicamente, tiene impactos nocivos sobre nuestra salud como por ejemplo estrés, diabetes, enfermedades respiratorias, problemas cardiovasculares, etc.
Pero, ¿cómo impacta la rehabilitación de edificios en el medio ambiente?
No sólo por la reducción del consumo energético. Hay más, puesto que en un mundo donde los recursos empiezan a ser insuficientes y no tenemos planeta B, no podemos permitirnos satisfacer las necesidades actuales de la vida moderna derribando edificios para hacer otros nuevos. El 50% del consumo de materias primas va a la construcción, el 35% de los residuos que se generan provienen de esta y el 54% de estos van al vertedero. Todo ello no es sostenible, y confirma la importancia de la rehabilitación.
En España nos hemos alineado con el New Green Deal Europeo y la semana pasada se aprobó la Estrategia Española de Economía Circular 2030. Esta define hitos ambiciosos, especialmente dos: reducción en consumo de materias primas y disminuir los residuos en el vertedero. Y aquí la lana de roca vuelve a ser estratégica, al ser un material que cumple los dos hitos por ser reciclable tantas veces como sea necesario. Poner en marcha un sistema de recogida de los residuos para valorizarlos y volverlos a utilizar como aislamiento es una apuesta firme para el medio ambiente.