La industria contribuye de forma determinante y estructural a la economía, al bienestar y a la prosperidad. El sector industrial es la columna vertebral de la economía europea. Genera casi 35 millones de puestos de trabajo directos y arrastra unos 70 millones de adicionales en ámbitos relacionados. En Catalunya, la industria ha mantenido un peso alrededor del 19% de la economía en los últimos años (19,8% en 2020) y el 16% de la ocupación. En Europa esta cifra es similar (19,4% en 2020), mientras que en el conjunto del estado español es inferior (16,3%) y en Alemania, uno de los países más competitivos del mundo en cualquier ranking, llega al 25% del PIB. La actividad industrial genera el 80% de las exportaciones de Europa y acumula el 80% del gasto privado en I+D+i. Una industria competitiva es el motor de una sociedad avanzada, con puestos de trabajo de valor añadido, distribución de riqueza y oportunidades. Para una economía resiliente, que sustente un propósito de prosperidad compartida, hace falta un sector industrial consistente, que se adapte con agilidad a los nuevos imperativos tecnológicos globales.
Los próximos años serán de transformación social e industrial en el marco de la digitalización y la sostenibilidad, no hay que decirlo. Vienen (ya estan aquí) la inteligencia artificial y el big data, la robótica colaborativa, la nueva movilidad, eléctrica, autónoma, conectada y compartida; los materiales funcionalitzables, la biotecnología, la nanotecnología, la plastrónica, el 5G, el 6G, el blockchain, la implantación masiva de energías renovables y la transición verde en todos sus vectores, la internet de las cosas, las smartcities, los drons (con sus múltiples aplicaciones), la visión artificial, la realidad virtual, la realidad aumentada, el reconocimiento facial, el hidrógeno, las tecnologías de impresión 3D...
Cambiará la sociedad y las relaciones humanas; las ciudades, silenciosas, sin los motores de combustión de los vehículos y con los techos recubiertos de placas solares; la movilidad de personas, mercancías y la gestión de residuos. También se transformarán los puestos de trabajo, los trabajos y los negocios, con el teletrabajo y con la virtualización; los hogares y los objetos (y la forma como nos relacionamos) y cada cual de nosotros, incluso, a nivel de especie, también cambiaremos, con la ingeniería biológica o la ingeniería cibernética.
El reto para la industria es doble, y en el caso de la industria europea, triple
El reto para la industria ante este escenario es doble, y en el caso de la industria europea, triple. Porque, en primer lugar, es justamente la industria quién tendrá que proveer muchas de estas tecnologías a la sociedad, en los hogares, en las ciudades, a los individuos, y a las empresas y, por lo tanto, las tiene que conocer, desarrollar, producir y, sobre todo, hay que innovar, dentro de una espiral dinámica de oportunidades y amenazas. En segundo lugar, la industria, a la vez, tiene que ser usuaria de estas nuevas tecnologías y tiene que transformarse para implementarlas e integrarlas a su proceso productivo, a sus productos, a sus sistemas de información. Hacerlo acertadamente es garantía de competitividad.
Y, en tercer lugar, además, en el caso de la industria europea lo tiene que hacer más rápidamente que sus competidores, encontrando sus espacios de liderazgo y procurando mantener o recuperar competitividad ante los Estados Unidos y China, que van por delante en varios ámbitos. La capacidad de innovar desde un punto de vista sistémico, la autopista de innovación, el ecosistema con todos sus agentes públicos y privados a nivel europeo tiene que estar a punto para acelerar esta oleada de transformación tecnológica del concepto al mercado, de la idea a la industria, y hacerlo en el contexto de pandemia global y, además, ante el desafío climático y todos sus imperativos inaplazables.
La industria catalana (41.031 millones de euros en 2020 y 23.385 empresas con asalariados), del mismo modo que la industria europea, afronta estos tres retos relevantes, seguramente cruciales, asociados a los grandes desafíos globales y a las principales tendencias de desarrollo actual y a la disrupción y la emergencia de las tecnologías habilitadores clave. Hace unas semanas, el observatorio de la industria publicó el Informe anual sobre la industria en Catalunya 2020. Catalunya concentra el 1,9% de la industria europea y supone el 24,6% del total de la industria del estado español. Tiene una capacidad exportadora destacable con un 34% de ventas al extranjero que son el 26,9% de las exportaciones españolas. Pero hay un dato del estudio que aparece como un led rojo encendido en medio del panel de indicadores: con un peso del 1,9%, las empresas catalanas representan el 1,0% del gasto interno en I+D de la industria europea.
La industria europea tiene retos inaplazables en este contexto; la industria catalana más
En este contexto, que también confirma el Regional Innovation Scoreboard europeo, que sitúa Catalunya como un innovador moderado, por detrás de países líderes innovadores como Finlandia, Suecia, Dinamarca, Austria, Suiza y Reino Unido, y por detrás de innovadores fuertes como el País Vasco o Madrid, la industria catalana tiene todavía un cuarto reto: la innovación tecnológica, industrial, aplicada y con sentido económico como vector de transformación que genera valor añadido y competitividad. Cuanto más alineados y conjurados al acelerar los procesos de innovación tecnológica, con impacto positivo en la economía, estén todos los agentes públicos y privados del ecosistema innovador, más grande será el regreso. Tenemos que construir un entorno de innovación, un ecosistema que acelere de forma consistente las mejores iniciativas.
Con una visión compartida y comprendida por parte de todos los agentes, con financiación e inversión lógicamente, y sobre todo, con propósito y estrategia. Ha empezado un ciclo de transformación que durará unos años, una oportunidad que hay que aprovechar para resituarnos en el azulejo de juego. La industria europea tiene retos inaplazables en este contexto; la industria catalana más. Hace falta poner el foco en la innovación industrial para multiplicar el valor y el impacto de las decisiones estratégicas, para sustentar y fundamentar un modelo económico resiliente y de futuro.