Conversación de un lunes de cuarentena con uno de mis clientes.
-Hola Susana, estamos trabajando en remoto y hemos empezado a usar Teams de Microsoft pero esto es como la plaza del pueblo… todos hablando a la vez. ¡No me entero y es un caos!
-Pero ¿no estáis usando los canales para articular las conversaciones? Que en cada canal sólo estén los que tienen que intervenir…
-No, hemos empezado todos a la vez y llevamos más de 3 horas conectados. Tendremos que acostumbrarnos a todo esto.
Lo que para algunos es un caos, para muchos autónomos es habitual. Trabajo como freelance desde hace 4 años. Tengo clientes en Barcelona, Madrid y Córdoba, y en València, por supuesto. Mis días empiezan consultando mis tareas en Trello, repasando los mensajes en Slack y viendo qué reuniones tengo programadas en Zoom, Whereby o Hangouts. Da igual dónde estén mis interlocutores. La semana pasada algunos de ellos estaban en Uganda, Mérida (México), Barcelona o Ruzafa, en València.
Sin embargo, lo que es normal para algunas de nosotras, supone un verdadero reto para otros. Desaprender formas de trabajo tradicionales y adaptarlas a la nueva realidad. Una realidad en la que se vuelve crítico saber gestionar el tiempo, las interrupciones, y las tentaciones. Saber optimizar al máximo 40 minutos de reunión online. Saber utilizar las herramientas de gestión de proyectos para conocer en qué punto están las tareas sin tener que enviarle un WhatsApp o un e-mail a nadie para preguntar. O como bien decía ayer el maestro Marcet en Twitter: "Teletrabajar es desafiar nuestras propias burocracias, requiere autoexigencia, concentración y colaboración en red". Y desaprendizaje, añadí.
Reconozco que me cuesta ver el lado positivo de las cosas y esta epidemia me lo pone más fácil aun porque la crisis que vivimos va a tener efectos nefastos.
A partir de ahora, se va a poner de manifiesto que la sociedad industrial termina y que la sociedad del conocimiento, en la que muchas estamos inmersas desde hace tiempo, se gestiona de otra forma. Las que trabajamos a base de nuestro conocimiento, lo podemos hacer desde cualquier lugar del mundo. Dadnos un dispositivo y una conexión a internet con un usuario y contraseña para acceder a nuestras cuentas y podemos hacerlo todo. Y cuando digo todo, es todo.
"Las que trabajamos a base de nuestro conocimiento lo podemos hacer desde cualquier lugar del mundo"
¿Pero qué ocurrirá con quienes quedan al otro lado de la sociedad de la información? La limpieza va a ser tremenda y esa clase inútil de la que hablaba Harari va a ir más rápido, si cabe. Va a caer mucha gente, porque se va a evidenciar que no todos los profesionales pueden estar a la altura. No va a haber trabajo para todos, como hasta ahora, esto no va a ir de precio, sino de valía.
Mientras esto llega, las que nos creemos seguras a este lado de la brecha profesional estamos sufriendo una gran crisis de incertidumbre. Como me dijo hace ya 4 años mi padre profesional, Fernando de la Rosa, que ser autónomo va de saber gestionar la incertidumbre, de saber que no todos los meses son iguales, de no agobiarse ante la variabilidad de casi todo. Y en las últimas semanas, todo ha cambiado drásticamente. Harari decía en la CNN que estamos ante la peor epidemia de los últimos 100 años y a una autónoma que trabaja desde su casa le azota de lleno aunque esté en el “lado” bueno de la brecha.
Clases congeladas, conferencias canceladas, viajes de trabajo aplazados…
La previsión de la mitad de mi facturación de 2020 ahora mismo está en el aire, aunque sea una profesional del conocimiento, actualizada y preparada para trabajar en cualquier condición.
Ya he asumido que no voy a chocar contra el decorado como le pasa a Jim Carrey en El show de Truman. Así que no me queda otra –no nos queda otra- que ser más creativa que nunca, más proactiva que nunca, más resiliente que nunca.