Hace unas semanas se han cumplido los primeros 100 años de uno de los acuerdos políticos-económicos que ha traído y puerta más dificultades para el mantenimiento de la paz del mundo. El 16 de mayo de 1916, en llena Y Guerra Mundial, los diplomáticos Sir Mark Sykes, en nombre del Reino Unido y François Georges Pájaro carpintero en el de la República Francesa, con la aquiescencia del Imperio Ruso, firmaron el Acuerdo de Asia Menor, mediante el cual se repartieron las áreas de influencia y control de sus estados sobre todos los territorios en la Oriente Medio que, en aquellos momentos, formaban parte del Imperio Otomano, en el supuesto, como así fue, que este perdiera la guerra.
Los acuerdos definían las áreas de influencia que cada firmante tendría sobre los territorios. Se establecieron nuevas fronteras diseñadas para controlar la extracción y distribución del petróleo y dejar a las tribus existentes divididas entre varios estados, para dificultar su unión frente a las potencias coloniales. Una aplicación práctica de aquella definición fundamental de la diplomacia británica que indica que "el Reino Unido no tiene amigos, sólo tiene intereses".
Depués de un año, el 4 de junio del 1917, Francia expresó, mediante la Declaración Cambon, la simpatía de su gobierno verso la colonización judía de Palestina, dirigida a crear un eventual "renacimiento de la nacionalidad judía", bajo la protección aliada.
Por su parte, los británicos, el 2 de noviembre del 1917, con el visto bueno de los Estados Unidos, emiten una declaración por escrito dirigida al Presidente de la Federación Sionista Británica, Lord Lionel Walter Rothschild en la cual el ministro de asuntos exteriores, Lord Arthur James Balfour, lo informa del acuerdo unánime del Gobierno británico favorable al establecimiento a Palestina "de un hogar nacional para el pueblo judío". El escritor, periodista y filósofo social de origen judío, Arthur Koestler, comentaba así esta declaración "es un documento por el cual una nación promete solemnemente a otra nación el territorio de una tercera nación, a pesar de que la nación a la cual se ha hecho la prometida no fuera una nación sino una comunidad religiosa, y el territorio, en el momento en el cual se promete, pertenecía a una cuarta nación, Turquía" (A. Koestler, Analyse de un milagro).
Así llegamos al día de hoy, con una serie de estados artificiales, con fronteras aleatorias, sin ninguna relación con las tribus y tendencias religiosas establecidas tradicionalmente al territorio, diseñados únicamente para mantener el poder y el control de las antiguas potencias coloniales sobre todo el Oriente Medio. Estas potencias han sido sustituidas, en parte, por los Estados Unidos y Rusia, que actualmente intentan mantener su influencia y control petrolero, con las armas.
La suma de actuaciones correspondientes al Acuerdo Sykes-Pájaro carpintero, más la Declaración Balfour y la entrada en litigio de las nuevas potencias hacen que la inestabilidad política, la destrucción de los países y la migración de sus habitantes, curiosamente dirigidos a los países del sur de Europa que no han tenido nada a ver en la inestabilidad del área, sea el estado habitual de permanente tensión en toda la zona.
Podríamos reflexionar y, incluso, poner en cuestión si este alud de ciudadanos huyendo de sus países hacia Europa es casual o causal, para debilitar la Unión Europea, reduciendo su preeminencia mundial, social y económica, en favor otras potencias.
Cómo decía el genio Albert Einstein: "La paz no se puede obtener por la fuerza. Sólo se puede lograr mediante la comprensión".
Los acuerdos definían las áreas de influencia que cada firmante tendría sobre los territorios. Se establecieron nuevas fronteras diseñadas para controlar la extracción y distribución del petróleo y dejar a las tribus existentes divididas entre varios estados, para dificultar su unión frente a las potencias coloniales. Una aplicación práctica de aquella definición fundamental de la diplomacia británica que indica que "el Reino Unido no tiene amigos, sólo tiene intereses".
Depués de un año, el 4 de junio del 1917, Francia expresó, mediante la Declaración Cambon, la simpatía de su gobierno verso la colonización judía de Palestina, dirigida a crear un eventual "renacimiento de la nacionalidad judía", bajo la protección aliada.
Por su parte, los británicos, el 2 de noviembre del 1917, con el visto bueno de los Estados Unidos, emiten una declaración por escrito dirigida al Presidente de la Federación Sionista Británica, Lord Lionel Walter Rothschild en la cual el ministro de asuntos exteriores, Lord Arthur James Balfour, lo informa del acuerdo unánime del Gobierno británico favorable al establecimiento a Palestina "de un hogar nacional para el pueblo judío". El escritor, periodista y filósofo social de origen judío, Arthur Koestler, comentaba así esta declaración "es un documento por el cual una nación promete solemnemente a otra nación el territorio de una tercera nación, a pesar de que la nación a la cual se ha hecho la prometida no fuera una nación sino una comunidad religiosa, y el territorio, en el momento en el cual se promete, pertenecía a una cuarta nación, Turquía" (A. Koestler, Analyse de un milagro).
Así llegamos al día de hoy, con una serie de estados artificiales, con fronteras aleatorias, sin ninguna relación con las tribus y tendencias religiosas establecidas tradicionalmente al territorio, diseñados únicamente para mantener el poder y el control de las antiguas potencias coloniales sobre todo el Oriente Medio. Estas potencias han sido sustituidas, en parte, por los Estados Unidos y Rusia, que actualmente intentan mantener su influencia y control petrolero, con las armas.
La suma de actuaciones correspondientes al Acuerdo Sykes-Pájaro carpintero, más la Declaración Balfour y la entrada en litigio de las nuevas potencias hacen que la inestabilidad política, la destrucción de los países y la migración de sus habitantes, curiosamente dirigidos a los países del sur de Europa que no han tenido nada a ver en la inestabilidad del área, sea el estado habitual de permanente tensión en toda la zona.
Podríamos reflexionar y, incluso, poner en cuestión si este alud de ciudadanos huyendo de sus países hacia Europa es casual o causal, para debilitar la Unión Europea, reduciendo su preeminencia mundial, social y económica, en favor otras potencias.
Cómo decía el genio Albert Einstein: "La paz no se puede obtener por la fuerza. Sólo se puede lograr mediante la comprensión".
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