Cuando la tendencia histórica nos tendría que traer a reivindicar la jornada laboral de 35 horas, nos encontramos todavía exigiendo el cumplimiento del máximo de 40 horas semanales. Prácticamente un siglo más tarde de la aprobación del Convenio núm. 1 de la OIT subscrito el 1919 que establece una jornada laboral máxima de 8 horas diarias, en Cataluña la media de horas realizada por la población ocupada supera esta reivindicación obrera de la huelga de La Canadiense. Más de la mitad de las personas ocupadas en el conjunto del mercado laboral español exceden del máximo de 40 horas semanales, superando la media de la Unión Europea y desmarcándose otros países europeos como los Países Bajos, Francia, Dinamarca o Alemania (OCDE, 2014).
L'Estatuto de los Trabajadores establece una limitación de la jornada de trabajo de 9 horas diarias o 40 horas semanales. Ahora bien, el modelo de super flexibilidad laboral introducido con las últimas reformas laborales españolas añadido a la necesidad económica de muchos trabajadores de realizar horas extraordinarias ha dado lugar a una intensificación del trabajo y peligroso perllongament de la jornada laboral. La facultad unilateral de la empresa de distribuir unilateralmente el 10% de la jornada de sus trabajadores o la posibilidad de incrementar hasta un 90% las horas inicialmente pactadas en el contrato a tiempo parcial, son evidencias que, lejos de la racionalización horaria, la tendencia legislativa neoliberal busca incrementar la flexibilidad e intensidad del trabajo. En esta línea, las dos últimas encuestas de la Eurofound (2005 y 2010) han evidenciado un aumento, entre la población asalariada, de los niveles de exigencia cuantitativa y del ritmo de trabajo; el que es conocido cómo, la intensificación del trabajo.
Las excesivas jornadas de trabajo –junto con la inseguridad laboral, salarios de vergüenza, falta de protección de la salud y de cobertura social– son las peores formas de precariedad laboral. Precariedad que, en cuanto que deriva en una afectación sobre la salud de los trabajadores, resulta en más precariedad. Todo y la dificultad de determinar de forma cuantitativa o cualitativa la incidencia de las condiciones de trabajo en la salud, existe consenso al afirmar que la intensificación del trabajo y las largas jornadas laborales afectan negativamente a la seguridad y salud de los trabajadores. Producen un aumento de las exigencias psicológicas de los trabajadores hacia el trabajo que, a la vez, aumenta los riesgos psicosociales, tales como el estrés, la fatiga, el síndrome burnout o del trabajador quemado, trastornos del sueño o, además largo plazo, enfermedades cardiovasculares, trastornos gastrointestinales, reproductivos o mentales.
Así mismo, las maratonianes jornadas de trabajo reducen la seguridad laboral aumentando las probabilidades de sufrir un accidente de trabajo. Así, un estudio realizado por la Universidad de Massachusetts (2005) concluye que los trabajos con horas extraordinarias habituales tienen una tasa de accidentes el 61% superior a aquellas con horarios regulares y las jornadas laborales de más de 60 horas semanales incrementan esta tasa en el 23%. No es de extrañar que, como consecuencia también otros factores como la elevada temporalidad o la escasa cultura de prevención de riesgos laborales, el Estado español ocupe siempre las primeras posiciones en los rankings europeos de accidentes de trabajo.
Estas afectaciones sobre la salud, además de afectar a los mismos trabajadores, tienen también un importante impacto personal y económico sobre sus familias, la sociedad, como consecuencia del abono de prestaciones social, y las empresas, en tener que hacer frente a mayores costes laborales asociados a los accidentes y bajas laborales.
La situación descrita evidencia la necesidad de revertir el actual deterioro del entorno laboral para mejorar la seguridad y salud de los trabajadores. Es urgentemente imprescindible incidir en la reforma de los horarios para lograr horarios saludables y, además de favorecer la conciliación de la vida laboral, familiar y personal y garantizar la corresponsabilidad, apostar por el éxito escolar, facilitar el compromiso social o incrementar la productividad, mejorar la seguridad y salud de los trabajadores. Tenemos que avanzar hacia unos horarios saludables para mejorar nuestra salud personal y social.
L'Estatuto de los Trabajadores establece una limitación de la jornada de trabajo de 9 horas diarias o 40 horas semanales. Ahora bien, el modelo de super flexibilidad laboral introducido con las últimas reformas laborales españolas añadido a la necesidad económica de muchos trabajadores de realizar horas extraordinarias ha dado lugar a una intensificación del trabajo y peligroso perllongament de la jornada laboral. La facultad unilateral de la empresa de distribuir unilateralmente el 10% de la jornada de sus trabajadores o la posibilidad de incrementar hasta un 90% las horas inicialmente pactadas en el contrato a tiempo parcial, son evidencias que, lejos de la racionalización horaria, la tendencia legislativa neoliberal busca incrementar la flexibilidad e intensidad del trabajo. En esta línea, las dos últimas encuestas de la Eurofound (2005 y 2010) han evidenciado un aumento, entre la población asalariada, de los niveles de exigencia cuantitativa y del ritmo de trabajo; el que es conocido cómo, la intensificación del trabajo.
Las excesivas jornadas de trabajo –junto con la inseguridad laboral, salarios de vergüenza, falta de protección de la salud y de cobertura social– son las peores formas de precariedad laboral. Precariedad que, en cuanto que deriva en una afectación sobre la salud de los trabajadores, resulta en más precariedad. Todo y la dificultad de determinar de forma cuantitativa o cualitativa la incidencia de las condiciones de trabajo en la salud, existe consenso al afirmar que la intensificación del trabajo y las largas jornadas laborales afectan negativamente a la seguridad y salud de los trabajadores. Producen un aumento de las exigencias psicológicas de los trabajadores hacia el trabajo que, a la vez, aumenta los riesgos psicosociales, tales como el estrés, la fatiga, el síndrome burnout o del trabajador quemado, trastornos del sueño o, además largo plazo, enfermedades cardiovasculares, trastornos gastrointestinales, reproductivos o mentales.
Así mismo, las maratonianes jornadas de trabajo reducen la seguridad laboral aumentando las probabilidades de sufrir un accidente de trabajo. Así, un estudio realizado por la Universidad de Massachusetts (2005) concluye que los trabajos con horas extraordinarias habituales tienen una tasa de accidentes el 61% superior a aquellas con horarios regulares y las jornadas laborales de más de 60 horas semanales incrementan esta tasa en el 23%. No es de extrañar que, como consecuencia también otros factores como la elevada temporalidad o la escasa cultura de prevención de riesgos laborales, el Estado español ocupe siempre las primeras posiciones en los rankings europeos de accidentes de trabajo.
Estas afectaciones sobre la salud, además de afectar a los mismos trabajadores, tienen también un importante impacto personal y económico sobre sus familias, la sociedad, como consecuencia del abono de prestaciones social, y las empresas, en tener que hacer frente a mayores costes laborales asociados a los accidentes y bajas laborales.
La situación descrita evidencia la necesidad de revertir el actual deterioro del entorno laboral para mejorar la seguridad y salud de los trabajadores. Es urgentemente imprescindible incidir en la reforma de los horarios para lograr horarios saludables y, además de favorecer la conciliación de la vida laboral, familiar y personal y garantizar la corresponsabilidad, apostar por el éxito escolar, facilitar el compromiso social o incrementar la productividad, mejorar la seguridad y salud de los trabajadores. Tenemos que avanzar hacia unos horarios saludables para mejorar nuestra salud personal y social.
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