Biden ganado. De momento. Parece que gana en voto popular y en votos electorales. La victoria no ha sido tanta como decían las encuestas pero a la espera del recuento definitivo con el cómputo del voto por correo parece que acabará siendo presidente.
Las claves de la victoria de Biden son múltiples y se explican por causas que van de la fatiga de los votantes que han tenido que soportar un psicópata cuatro años en la Casa Blanca, hasta a los muertos del COVID-19, todas con el común denominador de las mentiras constantes de Trump. Quizás al principio a alguien le podía hacer gracia su "Fake news" reminiscente del televisivo "You're fired" del reality "The Apprentice". Recordad que la primera comunicación pública de su entonces portavoz Sean Spicer fue la mentira de que a su ceremonia de juramento había congregado más gente que la de Obama. Mientras lo decía, todos los periodistas de la sala tenían en el móvil el fotomontaje comparativo de ambas instantáneas donde se veía la realidad. Si queréis la definición gráfica de papel de estrasa, recuperad el vídeo.
Pero ahora no hacen gracia a nadie. Trump ha hecho ostentación pública de no llevar mascarilla hasta el punto de convertirla en un símbolo demócrata; ha ignorado los consejos del jefe del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas Anthony Fauci de no hacer actos multitudinarios (en los mítines se han escuchado gritos de "Despide a Fauci"); ha criticado desde el escenario periodistas presentes que llevaban mascarilla (incluso Laura Ingraham de Fox); ha congregado multitudes (cada vez más menguadas y más radicales) sin mascarillas ni distancia de seguridad; ha llevado gente a mítines que han tenido que aguantar horas a temperaturas bajo cero y andar después cinco kilómetros por que los servicios de lanzadera no iban (Omaha y Pensilvania); ha ingorat de las recomendaciones de gobernadores de no convocar multitudes por el peligro de contagio. La lista es infinita.
Todas estas imbecilidades se resumen en dos: "El COVID-19 son fake news creadas por los demócratas para atacarme en campaña" y "Si gana Joe Biden hará caso a los científicos". Este último argumento lo expresó el pasado domingo parodiando a Biden en un mitin en Georgia: "Quiero el confinamiento. Quiero hacer caso a la ciencia". ¿Peste negra en la Europa medieval? No, coronavirus en los EE.UU. de internet.
Trump: "El COVID-19 son 'Fake News' creadas por los demócratas para atacarme en campaña" y "Si gana Joe Biden hará caso a los científicos"
Los últimos días frenéticos de campaña sus mítines han tenido el mismo patrón: un inicio ante una multitud con "COVID, COVID, COVID, todo el que siento es COVID. No os creáis las 'fake news' de Biden" y un final a la portada del diario del día siguiente con un titular a cinco columnas de: "Nuevo recuerdo de infectados de COVID". Las "fake news" matan.
Además de encuestas, sondeos, trackings, modelos matemáticos, algoritmos de IA, y una participación anticipada como nunca, los últimos días no sólo hemos visto el rey desnudado sino que el rey se ha visto desnudado a si mismo. Tres momentos multimediáticos ilustran el momento. El primero es de viernes por la noche. Después de un largo día en Florida, Trump vomitaba una serie de tuits con sus dosis de odio correspondientes. Esto no sería noticia sino fuera porque estuvieron hechos entre las dos y las tres de la madrugada; algo no le dejaba dormir. La otra ilustración es un documento de voz, donde preguntado por cuando declarará la victoria responde con una serie de frases inconexas para acabar diciendo "Cuando hay victoria, hay victoria, no hay que ir con embudos". La voz, el ritmo y el tono es de persona derrotada. Y la tercera imagen es el televisivo momento de su votación y la de su mujer Melania ayer. Lo tuiteó Robert de Niro y a la imagen se ve a Melania votando mientras Trump la esguarda escrutando para intentar ver qué vota.
Diría que todos hemos aprendido: los encuestadores esta vez han aplicado los factores de corrección a las encuestas que el 2016 no aplicaron, los algoritmos de predicción y la IA han tenido en cuenta más variables, los opinadores y columnistas han opinado esta vez con la boca más pequeña que nunca y los votantes hartos que les mande un psicópata, también. Ahora le toca a Trump.