El inicio de un nuevo año es un buen momento para reflexionar, cuestionarnos y tomar conciencia sobre aquellos aspectos personales y colectivos que de no ser corregidos constituyen un claro lastre en el camino del logro del anhelado bienestar individual y social. Lo cierto es que desde el nivel más global hasta el análisis más particular y local se constatan e identifican conductas y acciones que ponen de manifiesto un acentuado y alarmante déficit de integridad.
De estas conductas y acciones podemos poner unos cuántos ejemplos. Recientemente, se ha celebrado en Madrid la última Cumbre del Clima COP 25, cita que suponía una clara oportunidad para lograr compromisos a escala global para combatir la crisis climatológica de consecuencias catastróficas y con un consenso científico indiscutible. Cumbre que ha acabado con declaraciones políticas retóricas pero sin decidir adoptar medidas eficaces para afrontarlo.
"Se constatan e identifican conductas y acciones que ponen de manifiesto un acentuado y alarmante déficit de integridad"
El mes pasado también en motivo de la celebración del Día Internacional contra la Corrupción, nos recordaba la Oficina Antifrau de Catalunya que según Naciones Unidas cada año se paga un billón de dólares en sobornos, y se roban otros 2,6 billones a través de la corrupción, lo que equivale al 5% del PIB mundial. Otros estudios realizados a través de encuestas y cuestionarios a directivos y trabajadores, tanto a escala mundial como en el ámbito local muestran también este alejamiento de los ideales de integridad y solidez, como muestra el estudio anual que realiza la consultora EY, en el cual el 36% de los directivos consultados justificaría acciones indebidas para evitar caídas de los resultados económicos.
Otro ámbito que muestra resultados preocupantes en términos de integridad personal y bienestar, es el laboral. Según el European Agency for Safety and Health at Work, casi la mitad de los trabajadores europeos consideran que el estrés es un elemento común en sus puestos de trabajo. A la vez, otro estudio hecho el año pasado por la Fundación Estatal para la Prevención de Riesgos Laborales, sobre condiciones de trabajo, constata que más de un 28% de trabajadores y trabajadoras fueron objeto de conductas violentas, amenazas, acoso o discriminación de género o edad, mientras que un 60% manifestaba que su trabajo afectaba negativamente a su salud.
"Los recursos que podrían recaer en las arcas públicas debido a los episodios de fraude y corrupción, que en el caso de España se estiman en unos 60.000 MEUR anuales"
La integridad es un valor fundamental, en el sentido moral de disposición a hacer el bien que está muy relacionado con aspectos cómo: honestidad, solidez, reputación, rectitud, probitat, coherencia, y sostenibilidad. Sus fragilidades, insuficiencias, debilidades, inconsistencias constituyen un claro perjuicio para el desarrollo económico y social, a la necesaria confianza en las instituciones, favoreciendo así mismo el crecimiento de la desigualdad y el alejamiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Hay que insistir también en los costes directos de la "no integridad", como por ejemplo los recursos que podrían recaer en las arcas públicas debido a los episodios de fraude y corrupción, que en el caso de España se estiman en unos 60.000 millones de euros anuales.
Actuar con integridad nos interpela a todos como personas, la integridad como la conciencia no "son delegables", empieza por cadauno de nosotros y nos obliga en este sentido a mantener una actitud de espíritu crítico y atención permanente. A la vez, velar por la integridad tiene también una dimensión colectiva, trasladable a las instituciones, a las empresas, especialmente a sus líderes a quienes se les tiene que exigir consistencia, coherencia y ejemplaridad en sus acciones. Sólo así conseguiremos fortalecer este bien tan preciado de la integridad.