El Mundial de Qatar que comienza hoy en pleno noviembre generará un inaudito parón en el fútbol de clubes. Un paréntesis insólito como éste es un buen momento para hacer balance y reflexionar, y el Barça no debe ser una excepción, por mucho que el foco mediático se centre en los partidos de selecciones que acoja aquel pequeño país de Oriente Medio. Desde la victoria del presidente Joan Laporta en las urnas y de la llegada de Xavi Hernández al banquillo, la entidad continúa en un proceso de reconstrucción deportiva y económica con muchos interrogantes y dudas aún por resolver. Esencialmente, se condensan en tres ámbitos: el deportivo, el económico y el futuro del Espai Barça.
Primer equipo de fútbol
La pausa en las competiciones de club tiene lugar en un plácido momento para el equipo de Xavi Hernández, que ostenta el liderato de la Liga tras una meritoria victoria en el campo de Osasuna. A pesar de este buen sabor de boca, un balance deportivo de la parte de temporada disputada hasta noviembre no puede obviar que el equipo no ha dado la talla cuando se ha enfrentado a conjuntos de alto nivel, como el Bayern de Múnich, el Inter de Milán o el Real Madrid. Guste o no, la Liga está llena de conjuntos de un nivel bajo, lo que genera un espejismo entre la afición azulgrana y los medios de comunicación. En la competición estatal, se gana con cierta placidez, con marcadores suficientemente amplios y a menudo con la portería a cero. Esta suma transmite la falsa sensación de que el equipo sí es competitivo, pero el Bayern de Múnich no es el Almería y cuando nos visita una formación como la bávara nos damos cuenta de que el rey va desnudo.
El equipo no ha tenido la talla cuando se ha enfrentado a conjuntos de alto nivel
En este sentido, no puede ser excusa que no se haya reforzado al equipo, porque, gracias al dinero fresco ingresado por la venta de activos de la entidad, en el mercado de verano se han invertido más de 150 millones en fichajes que se suman a los 55 que costó la llegada de Ferran Torres en la ventana de invierno de la temporada anterior. Con una inversión de esta magnitud y una base de jugadores jóvenes prometedora, es injustificable la eliminación de la Champions League y el descenso a la Europa League por segundo año consecutivo.
De hecho, la política de fichajes deja muchos interrogantes. Por ahora, únicamente Lewandowski y Koundé han rendido en consonancia con las expectativas generadas, pero otros futbolistas como Raphinha y Ferran Torres, entre los que se han invertido más de 110 millones de euros, no han estado a la altura. El tiempo dirá si se ha acertado con ellos y con otros como Kessié, Marcos Alonso o Christensen. Mientras tanto, nos preguntamos quién marca realmente la política de fichajes, traspasos y cesiones. ¿Es Xavi Hernández? ¿Mateu Alemany? ¿Jordi Cruyff? ¿Laporta? ¿Rafa Yuste? ¿La comisión deportiva en la que hay un ex jugador de balonmano como Enric Masip? ¿El representante Jorge Mendes? ¿Deco? Por poner un ejemplo, el capítulo de la renovación de Dembélé dejó al descubierto una disparidad de criterios preocupante. Xavi se empeñó en la renovación del extremo francés mientras Alemany no era partidario de ella y el club fichaba a un jugador de características similares como Raphinha, representado por Deco, que con el aval de Jorge Mendes se encarga de controlar el mercado brasileño para el Barça.
A la espera de un salto adelante del equipo a partir de finales de diciembre que le permita ganar el máximo número de títulos en juego, focalizar las responsabilidades en las nuevas incorporaciones o en los despachos sería un análisis incompleto. Aunque el consenso con la figura de Xavi como entrenador resiste, más dudas genera el equipo de asistentes del que se rodea. La mayoría de ellos, entre los cuales hay el segundo entrenador y hermano de Xavi Hernández, tiene un currículo con poca o nula experiencia en equipos de primer nivel, tanto como asistentes como futbolistas. Los seis meses de competición que afrontará el Barça cuando se vuelva a poner en marcha la competición determinarán si Xavi y quienes le rodean aprueban o suspenden esta temporada.
Situación económica
El parón de invierno llega con las cuentas de la pasada temporada y el presupuesto del actual recién aprobados por los socios de la entidad, lo que supone un aval para la junta directiva a la hora de gestionar el club con toda la paz social deseable. Que esto sea así no implica que la tranquilidad haya llegado a la cuenta de pérdidas y ganancias del club azulgrana, porque realmente el Barça sigue viviendo al borde del abismo. En otras palabras, en el año y medio de gestión de Laporta no puede decirse que la situación financiera haya mejorado y que la entidad se haya alejado del riesgo de quiebra y conversión en sociedad anónima. En absoluto. El oxígeno financiero que ha permitido a Laporta sacar el talonario para contratar a futbolistas de todo el mundo no procede de ningún nuevo filón, sino que proviene fundamentalmente de dos lugares: por un lado, de avanzar dinero del futuro, es decir, cobrar ahora lo que cobraríamos en los próximos años (y que, por tanto, dejaremos de cobrar); y por otra, de vender patrimonio, como aceptar socios externos en sociedades que hasta ahora pertenecían 100% al club. Si se quiere ser riguroso en la valoración del presente y del futuro del Barça, hay que tener en cuenta que, descontado el efecto de las célebres palancas, la cuenta de explotación barcelonista sigue siendo una historia bastante tétrica, porque, según recoge el presupuesto, la temporada 2022/23 se facturará más o menos lo mismo que se facturó la temporada anterior, pero los gastos serán más elevados, por lo que el gap de pérdidas se hace aún mayor. Para detener el deterioro de la solvencia de la entidad, lo primero que hay que hacer es detener el escape de las pérdidas anuales y esto no se está haciendo. Por otra parte, se podría pensar que la citada activación de palancas ha tenido un efecto trascendente en la situación patrimonial del Club, pero resulta que esto tampoco se ha producido, porque la gran espada de Damocles sigue ahí, colgando sobre la carótida barcelonista en forma de deuda, una amenaza que no se ha reducido tanto como podríamos esperar
Realmente el Barça continúa viviendo cerca del abismo
La economía azulgrana es tan débil que las consecuencias de su choque inminente con un iceberg llamado "Espai Barça + traslado a Montjuïc" pueden tener resultados muy funestos para el futuro del club. Algunas las analizaremos por separado en el siguiente apartado dedicado a la reforma del Camp Nou y sus derivadas.
Espai Barça
Aunque esté intrínsecamente ligado a la salud económica del club, el Espai Barça merece un comentario aparte. Son muchas las preguntas sin respuesta sobre la remodelación del Camp Nou, la construcción del Nou Palau Blaugrana y la respectiva financiación a menos de ocho meses para el traslado del primer equipo de fútbol a Montjuïc. Solamente informaciones periodísticas puntuales han aclaro el actual escenario, aunque ya hayan comenzado los trabajos con el derribo de una parte la tercera gradería de gol sur y la retirada del videomarcador electrónico de esta misma zona del estadio.
Las primeras incógnitas tienen que ver con la financiación. ¿Cómo están las negociaciones para obtener hasta 1.500 millones de euros para ejecutar sus obras? ¿Por qué se tarda tanto en hacer el anuncio? ¿Es cierto que los prestamistas quieren dejar al margen el Nou Palau Blaugrana y sólo financiar el Nou Camp Nou? ¿Por qué no se ha planteado ninguna fórmula, por pequeña y simbólica que fuera, en la que los socios hubieran podido aportar parte de la financiación a pesar de que en una asamblea la directiva dijo que lo estudiaría?
Son muchas las preguntas sin respuesta sobre la remodelación del Camp Nou
A las dudas económicas se le suman los enigmas sobre el impacto en la masa social barcelonista. A menos de un año del traslado a Montjuïc, se desconoce la ocupación final que ofrecerá el estadio municipal ni cuántos abonados del Camp No tendrán asiento. El propio vicepresidente económico, Eduard Romeu, explicó que no se dispondrá de los iniciales "56.000 asientos porque la adecuación del Olímpic puede rebajar sustancialmente la cabida de aficionados si queremos que todo el mundo disponga de buena visibilidad" en una charla con la Milanesa de Messi. Incluso algunas informaciones posteriores, como una del diario Ara, apuntan a que el aforo podría limitarse a 40.000 espectadores. Si es así, ¿Qué se hará con los 45.000 abonados que no puedan ir a ver al equipo si así lo desean? ¿Cómo el club combinará en Montjuïc los preciados ingresos de ticketing, cuya inmensa mayoría proceden de las masas turísticas que invaden Barcelona, con el derecho de los abonados a ver al primer equipo? ¿Habrá rotación entre los abonados? ¿Quién tendrá preferencia para tener asiento: quien lleve más años abonado o quien tenga la butaca en una zona concreta del Camp Nou? ¿Alguien puede contar con detalles por qué es preferible jugar en Montjuïc en lugar de convivir con la reforma mientras se juega en el Camp Nou? ¿Cuál sería la capacidad temporal del Camp Nou si se optara por hacer las obras y jugar a la vez? Si tuviera lugar el regreso de Leo Messi a la entidad, ¿El astro argentino se despediría de los socios y abonados en un estadio donde difícilmente cabrían más de 45.000 personas? Como ocurre con los Diez Mandamientos, que se resumían en dos, las consecuencias sociales de la mudanza en Montjuïc podrían comprimirse en una sola cuestión: ¿La directiva de Laporta tiene bien planificado este traslado o recurre a la habitual improvisación en Can Barça?