La situación económica por la cual han pasado las empresas en los últimos años y, sobre todo, las graves dificultades de acceso al crédito que han sufrido, han traído, a la práctica, a una desaparición de las ventajas que aportaban las sociedades de responsabilidad limitada por aquel que quería impulsar un proyecto empresarial.
Me explicaré. Desde el estallido de la crisis financiera la banca ha venido imponiendo altas exigencias a la hora de otorgar crédito a las empresas. De forma mayoritaria, esto ha pasado, entre otros, para exigir la aportación de garantías adicionales y, concretamente, el aval personal del empresario.
Aquella limitación de responsabilidad de los socios en frente a terceros que daba sentido a las sociedades mercantiles (SL y SANO) porque permitía a una persona convertirse en empresario acotant el patrimonio que quería comprometer/arriesgar, se ha esfumado. De forma gradual e incesante, la banca ha ido condicionando las renovaciones de líneas de financiación de circulante y refinanciaciones a la aportación del aval personal del empresario. Con lo cual la limitación de responsabilidad que ofrecían las sociedades mercantiles desaparece y el empresario pasa a responder con todo su patrimonio personal, presente y futuro. Esto, sin ningún tipo de duda, ha dificultado enormemente el afloramiento de nuevos empresarios y, inclús, la continuidad de los actuales.
Pero, llegados a este punto, una vez empezamos a superar la crisis económica, las empresas tienen que intentar ir tirando pasas atrás en este ámbito. Es decir, tienen que fijarse como objetivo a medio o largo plazo poder mantener las líneas de financiación bancaria evitando tener que aportar el aval personal del empresario.
Esto, que de entrada puede parecer una utopía, es posible. Pero se tiene que marcar una estrategia que requerirá un cierto tiempo para la consecución del objetivo. Y se requerirá una ejecución muy precisa de toda una serie de intervenciones y de los términos en que se tiene que negociar con la banca.
Es ahora, pues, un buen momento para empezar a plantearse esta cuestión, ponerse a trabajar y recuperar el sentido que originariamente tenían las sociedades mercantiles: separar el patrimonio personal del patrimonio comprometido con el negocio, mediante la retirada gradual de los avales personales del empresario.
Me explicaré. Desde el estallido de la crisis financiera la banca ha venido imponiendo altas exigencias a la hora de otorgar crédito a las empresas. De forma mayoritaria, esto ha pasado, entre otros, para exigir la aportación de garantías adicionales y, concretamente, el aval personal del empresario.
Aquella limitación de responsabilidad de los socios en frente a terceros que daba sentido a las sociedades mercantiles (SL y SANO) porque permitía a una persona convertirse en empresario acotant el patrimonio que quería comprometer/arriesgar, se ha esfumado. De forma gradual e incesante, la banca ha ido condicionando las renovaciones de líneas de financiación de circulante y refinanciaciones a la aportación del aval personal del empresario. Con lo cual la limitación de responsabilidad que ofrecían las sociedades mercantiles desaparece y el empresario pasa a responder con todo su patrimonio personal, presente y futuro. Esto, sin ningún tipo de duda, ha dificultado enormemente el afloramiento de nuevos empresarios y, inclús, la continuidad de los actuales.
Pero, llegados a este punto, una vez empezamos a superar la crisis económica, las empresas tienen que intentar ir tirando pasas atrás en este ámbito. Es decir, tienen que fijarse como objetivo a medio o largo plazo poder mantener las líneas de financiación bancaria evitando tener que aportar el aval personal del empresario.
Esto, que de entrada puede parecer una utopía, es posible. Pero se tiene que marcar una estrategia que requerirá un cierto tiempo para la consecución del objetivo. Y se requerirá una ejecución muy precisa de toda una serie de intervenciones y de los términos en que se tiene que negociar con la banca.
Es ahora, pues, un buen momento para empezar a plantearse esta cuestión, ponerse a trabajar y recuperar el sentido que originariamente tenían las sociedades mercantiles: separar el patrimonio personal del patrimonio comprometido con el negocio, mediante la retirada gradual de los avales personales del empresario.
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