El inicio del nuevo año es un momento indicado para hacer valoraciones pasadas y previsiones razonables del que nos puede ofrecer este 2019. La economía española ha experimentado ritmos de crecimiento elevados los tres últimos años. Más que por méritos propios, las causas las tenemos que encontrar a las circunstancias internacionales, como la bajada del precio del petróleo, el bajo coste del endeudamiento y la recuperación económica global, que contribuyó a la dinamización de las exportaciones y el sector turístico de bajo coste.
Este año, pero, todo apunta a una reducción del crecimiento, tanto interno como externo. Se estima que el conjunto de la zona euro crecerá un 1,8% este año (1,9% el 2018), los EE.UU. un 2,3% (2,8% el 2018), mientras que el conjunto mundial lo hará el 3,6% (3,5% el 2018). La Reserva Federal de los EE.UU. ha puesto fin a la política monetaria ultra expansiva, que durante una década ha mantenido dopada la economía con tipo de interés fijados al 0%. Situarlos al nivel mínimo actual del 2,5% ha servido para recordar que las ganancias acumuladas hasta ahora en los principales mercados financieros eran ficticios e irreales, producto de la expansión monetaria orquestada por el sistema financiero.
"Las autoridades, con el pretexto de estar haciendo el que hacía falta para salir de la gran recesión de 2008, han puesto las bases de una nueva y terrorífica burbuja: la de la deuda pública"
Las pérdidas bursátiles han devuelto inmediatamente y la bolsa española, por ejemplo, ha bajado un 15% el último año. Mientras que Jerome Powell, el presidente de la Reserva Federal, prevé nuevos incrementos del tipo de interés, Mario Draghi, al frente del Banco Central Europeo (BCE), agota la política de compra de deuda pública y se prepara también para subir el tipo. El BCE continuará favoreciendo un entorno acomodatici, pero condicionantes como el Brexit o las tensiones entre la UE e Italia pueden endurecer las condiciones financieras más del deseado.
También es importante ver quién será el sucesor de Draghi a la presidencia, puesto que el italiano acaba su mandato el 31 de octubre. Se tendrá que seguir muy atentamente como se gestiona la retirada de liquidez del sistema y como la normalización monetaria puede indigestar el enorme volumen de deuda pública. Las autoridades, con el pretexto de estar haciendo el que hacía falta para salir de la gran recesión del año 2008, han puesto las bases de una nueva y terrorífica burbuja: la de la deuda pública. Por las dimensiones del endeudamiento y porque afecta a todos los ciudadanos del Estado, nacidos y no nacidos, la explosión de esta nueva burbuja sumiría la economía otra vez en la miseria y la población en la desesperación.
La política interna de muchos países y los riesgos geopolíticos crecientes tampoco apaciguan los ánimos. La guerra comercial y la escalada proteccionista entre las dos superpotencias mundiales, con el autoritario Donald Trump y el presidente chino Xi Jinping, que no está a la altura del gran estadista precedente Deng Xiaoping, es un grave error. Siempre lo ha sido. A corto plazo buscan el apoyo electoral de los ciudadanos a los cuales protegen de la competencia exterior, pero a medio plazo reducen el ritmo de actividad global y empobrecen la población. El auge del populismo y de los movimientos políticos extremistas es una amenaza creciente, por no mencionar la complicada situación permanente del Próximo Oriente o los anhelos imperialistas de Vladimir Putin para hacer de Rusia un actor importante a escala global. Las formaciones políticas de demasiados países, también España, se van escorando a la derecha e izquierda del arco parlamentario. El aumento de la polarización política dificulta el alcance de consensos amplios y obstaculiza la posibilidad de impulsar reformas centradas en el mediano plazo. Ofuscats por políticas muy a corto plazo, que favorecen los colectivos particulares que las promueven, no podemos esperar por ejemplo ninguna mejora estructural en el sistema de Seguridad Social y pensiones, salud y educación, modelo de Estado y financiación local. Las amenazas inminentes de los problemas derivados del envejecimiento creciente de la sociedad, la precariedad laboral de los jóvenes, el conflicto catalán o las pensiones de jubilación que no llegan al mínimo de subsistencia, no harán otra cosa que agravarse.
"Ofuscats por políticas muy a corto plazo, que favorecen los colectivos particulares que las promueven, no podemos esperar ninguna mejora estructural en el sistema de Seguridad Social y pensiones, salud y educación, modelo de Estado y financiación local"
De momento, la economía se sostiene por la buena evolución del consumo y la demanda interna. Pero esto también tiene una lectura negativa, que es el declive de las exportaciones. La contribución del sector exterior al crecimiento acabará siendo nula en los trimestres próximos. Además, las elevadas cifras de paro (15,1% en España contra 8,1% a la eurozona y 6,7% a la UE) restarán vigor al consumo privado. El consumo público, con una deuda pública descontrolat y equivalente a casi el 100% del PIB, tampoco tiene margen por repuntar. Los problemas estructurales y no episòdics de la economía española cómo son la baja productividad, el elevado endeudamiento público y la dualidad del mercado laboral, empeorarán con la pérdida de los vientos de cola favorables. Todo apunta, por lo tanto, que el 2019 será el año con el ritmo de crecimiento más bajo desde el 2014. La morosidad empresarial, que actúa como el canario de la mina cuando se ahoga por carencia de oxígeno, vuelve a repuntar en los últimos meses. No es una buena señal. Cómo tampoco lo es el envejecimiento imparable de la sociedad, que reduce el ahorro y la población en edad de trabajar pero incrementa la población dependiente. En consecuencia, el PIB total disminuye y el bienestar individual también. Las mayores necesidades de gasto público (tratamiento de enfermedades crónicas, pensiones...) y los menores ingresos (reducción de las cotizaciones sociales y de los impuestos directos) convierten definitivamente en insostenible el endeudamiento y dinamiten el sistema de pensiones de reparto. Pero esto será más allá del 2019. No hay que sufrir todavía.