Mucho se ha hablado estos días de Will Smith y el golpe que le propinó a Chris Rock en la gala de los Oscar. Muchos analizan, hacen su particular radiografía y abordan debates éticos paralelos de si al reaccionar al insulto el actor provocó justo lo que quería evitar: una mayor atención sobre la alopecia de su mujer. Las tintas se cargan especialmente por la pérdida de control del actor, aludiendo que tendría que haberse dominado. Y se habla de las futuras consecuencias: de si le retirarán el Oscar y del veto de 10 años, si esto destruirá su carrera, si su matrimonio se resentirá ante la presión de la prensa… o todo lo contrario, si su popularidad saldrá reforzada y será más influyente todavía.
Este revuelo me invita a reflexionar sobre cuánto le gusta a esta sociedad buscar los puntos de inflexión de cada éxito y fracaso. Cómo nos afanamos en analizar eventos del pasado con la lupa del presente hasta encontrar argumentos que expliquen y conecten los puntos e identificar el momento que lo cambia todo. A veces creo que nuestra pasión por las historias del héroe, por el storytelling, nos hace aún más víctimas del sesgo de retrospección, una tendencia a sobreestimar la previsibilidad de un evento después de que haya pasado y que nos hace vivir con la ilusión de que podemos controlarlo.
Cuanto más analizo hechos, leo biografías y escucho historias más convencida estoy de que sus protagonistas no eligen ni dominan estos momentos, más bien al contrario. Los momentos los eligen a ellos. La vida coloca a las personas en un espacio y reto de condiciones complejas y emociones confusas. Entonces actúan. Eligen sin que se les haya anticipado el guion de lo que iba a pasar ni de las consecuencias futuras. Pienso en los Bee Gees que se convirtieron en uno de los grupos más exitosos de toda la historia de la música. ¿Cómo podrían prever ni controlar que tras tocar el cielo vendría la tremenda caída? La reacción violenta contra la música disco les pilló de sorpresa y arruinó su carrera. Algunas radios de Estados Unidos empezaron a promocionar el Bee Gee Free Weekends (Fines de semanas libres de Bee Gees) y poco a poco su popularidad se hundió. Vanos fueron los intentos de los tres hermanos de enamorar al público de nuevo. También me acuerdo de cuando el General George Meade desobedeció las órdenes explícitas de Lincoln de arrasar el ejército de Lee, debilitado y acorralado junto al río Potomac. Entonces, un enfurecido presidente descargó en una misiva toda su ira echando tremendas culpas al General por las funestas consecuencias que tendría aquella inacción en la sangrienta guerra. Luego pienso en mí misma, cuando me diagnosticaron un cáncer sin haber cumplido los cuarenta años. Me recuerdo sentada en aquél banco de una plaza ajardinada de Barcelona una mañana fría de enero. Sola, paralizada, intentando controlar el miedo. ¿Podría decir que la enfermedad fue el punto de inflexión que me ha llevado a donde estoy hoy?
Se dice a menudo “ahora o nunca” y vivimos con la esperanza de identificar y dominar el momento que provoca el punto de inflexión de nuestras vidas. ¿Cómo saber cuál es ese momento? Muchas opciones nunca son del todo claras, buenas o malas ni desde luego previsibles. ¿Cómo hacerlos tuyos? Los momentos son instantes que pasan, se deslizan entre nuestros dedos como lo hace el agua. Por eso creo que uno no elige el momento, sino que el momento le elige a uno. Lo que queda y se vuelve determinante, como diría Jean Paul Sartre, es el después. Cómo vives el día siguiente, y después el otro. El verdadero poder de las personas reside en lo que hacen con la suma de los días que les quedan.
"El éxito o el fracaso no depende ni de cómo te caes, ni de cómo te levantas sino del camino que recorres, del propósito que te marcas, de los valores que te guían y de las personas que te acompañan. Y de hacerlo con humildad"
Cuando los Bee Gees fueron censurados y expulsados por las estaciones de radio, dejándolos sin acceso al gran público, siguieron vinculados a la música como compositores. Produjeron y escribieron para artistas como Barbra Streisand, Diana Ross, incluyendo hits de ventas multimillonarias en Estados Unidos y número 1 en las listas con Dolly Parton y Kenny Rogers. Después de volcar en aquella dura carta toda su rabia y desesperación, Abraham Lincoln la guardó y nunca la envió. Quizás no se controló cuando la escribió pero sí decidió cómo actuar a continuación: dedicando grandes esfuerzos en mantener la fortaleza y confianza de sus Generales sometidos a gran presión en la primera línea de batalla. Cuando pienso en mi, no creo que en aquel instante fuera capaz de tomar una decisión de cómo quería que fuera mi vida futura. Lo que sí que puedo observar mirando atrás es cómo la he vivido desde entonces, fiel a mi propósito, principios y valores, aunque a veces también haya errado.
La vida a menudo nos pilla desprevenidos y suele darnos poco espacio para procesar pros y contras, identificar objetivos, valorar consecuencias y elegir las mejores alternativas. Poco lo arregla revolcarnos en la culpa o la auto-compasión. Tampoco criticar desde la barrera. Es mejor tras la reflexión centrar los esfuerzos en el después. La guerra ha cambiado prioridades y sumido a Europa en una crisis y hemos visto cómo muchos se han movilizado y abierto sus casas para ayudar a la población afectada por el conflicto. En España muchos han perdido su empleo por causa del COVID-19 y hay una parte importante de la población con acceso a empleos precarios. Mientras algunos siguen desorientados o dan la espalda a lo que está sucediendo, otros llevan tiempo diseñando e implementando soluciones para aprender y enseñar competencias digitales que contribuyan a una más rápida integración de empresas y profesionales. Quizás le quiten el Oscar a Will Smith y los productores decidan no volver a darle un papel protagonista en Hollywood. Sin embargo su destino no lo marcará el puñetazo, sino si se hunde en el castigo o si aborda otras vías para seguir siendo actor, cómico, rapero, productor cinematográfico y discográfico.
El entorno a veces lo pone fácil y otras arrincona contra las cuerdas. Cuando el momento te elige, la reacción puede ser la mejor o la peor posible. Sin embargo, la verdadera oportunidad no nace de ese momento sino del después. De la suma de los actos posteriores. El éxito o el fracaso no depende ni de cómo te caes, ni de cómo te levantas sino del camino que recorres, del propósito que te marcas, de los valores que te guían y de las personas que te acompañan. Y de hacerlo con humildad. Porque al observar desde la barrera historias de los demás deberíamos recordar que nosotros también somos protagonistas de historias que otros observan.