Las últimas semanas han sido llenas de noticias sobre la pobreza al país, en Europa y en el mundo. El Nobel de Economía de este año ha sido adjudicado al escocés Angus Deaton, de la Universidad de Princeton, por sus brillantes e innovadoras aportaciones a las teorías y formulas de medir el consumo, la pobreza, la desigualdad y la nutrición, basadas en el análisis de la interrelación e incidencia que tienen, entre ellos, todos estos conceptos.
La Cruz Roja Internacional, con sede a Ginebra, ha publicado hace unos días el informe sobre el impacto humanitario de la crisis económica en Europa. Cerca de 120 millones de ciudadanos de la Unión Europea son en riesgo de pobreza. Contabiliza en España cinco millones de pobres, que son los que tienen ingresos inferiores al 60% de la media estatal. Los participantes en el Estado de sus programas de inclusión social han pasado de 900.000 a 2,4 millones de personas en los últimos cuatro años y la asistencia alimentaria beneficia a 1,3 millones de ciudadanos.
La última encuesta de población activa (EPA) nos dice que, a estas alturas, todavía más de 1,5 millones de hogares tienen todos sus miembros parados, sin trabajo. Y por si todavía todo esto no fuera poco, el Instituto de Investigación del banco Credit Suisse a su Informe sobre la riqueza mundial 2015 nos indica que la suma de la riqueza del 1% de la población mundial (formada por los que tienen un patrimonio superior a 667.000 euros) es similar a la suma de los bienes del 99% de personas del resto del mundo.
Otro premio Nobel de Economía, Joseph E. Stigliz, al libro de reciente aparición La gran brecha, opina que las desigualdades son evitables y, por lo tanto, no son el resultado de leyes exactas de la economía, sino una cuestión de políticas y estrategias. Seguramente, confiando en las palabras de Stigliz, los 193 países que forman la ONU aprobaron el mes pasado los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) formados por 17 objetivos y 169 metas que se tendrán que cumplir y lograr los próximos 15 años y estar resueltos el 2030.
Son continuación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) que se cumplieron con éxito entre 2000 y 2015. Los buenos resultados obtenidos por estos objetivos en todos los países hace que podamos creer que con voluntad política la estrategia rigurosa y la canalización adecuada de los recursos necesarios, el 2030 el mundo será mejor. Así sia.
La Cruz Roja Internacional, con sede a Ginebra, ha publicado hace unos días el informe sobre el impacto humanitario de la crisis económica en Europa. Cerca de 120 millones de ciudadanos de la Unión Europea son en riesgo de pobreza. Contabiliza en España cinco millones de pobres, que son los que tienen ingresos inferiores al 60% de la media estatal. Los participantes en el Estado de sus programas de inclusión social han pasado de 900.000 a 2,4 millones de personas en los últimos cuatro años y la asistencia alimentaria beneficia a 1,3 millones de ciudadanos.
La última encuesta de población activa (EPA) nos dice que, a estas alturas, todavía más de 1,5 millones de hogares tienen todos sus miembros parados, sin trabajo. Y por si todavía todo esto no fuera poco, el Instituto de Investigación del banco Credit Suisse a su Informe sobre la riqueza mundial 2015 nos indica que la suma de la riqueza del 1% de la población mundial (formada por los que tienen un patrimonio superior a 667.000 euros) es similar a la suma de los bienes del 99% de personas del resto del mundo.
Otro premio Nobel de Economía, Joseph E. Stigliz, al libro de reciente aparición La gran brecha, opina que las desigualdades son evitables y, por lo tanto, no son el resultado de leyes exactas de la economía, sino una cuestión de políticas y estrategias. Seguramente, confiando en las palabras de Stigliz, los 193 países que forman la ONU aprobaron el mes pasado los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) formados por 17 objetivos y 169 metas que se tendrán que cumplir y lograr los próximos 15 años y estar resueltos el 2030.
Son continuación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) que se cumplieron con éxito entre 2000 y 2015. Los buenos resultados obtenidos por estos objetivos en todos los países hace que podamos creer que con voluntad política la estrategia rigurosa y la canalización adecuada de los recursos necesarios, el 2030 el mundo será mejor. Así sia.
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