La respuesta rápida seria: si la empresa es tuya, está claro que sí. En este caso, tú decides qué imagen quieres proyectar y cómo quieres que te perciban tus clientes y trabajadores. El riesgo va a cargo tuyo.
Hay que tener una cosa muy clara: la indumentaria no es una forma superficial de tener cura de la imagen, sino un elemento más para transmitir una imagen creíble y profesional. Si tenemos en cuenta que de la primera impresión, el 55% de la opinión que se hacen los otros de nosotros es sólo por la apariencia, como vestimos no es una decisión superficial.
Podemos pensar que un look como el de Mark Zukerberg o del difunto Steve Jobs son mera casualidad, pero son fruto de un análisis de imagen muy trabajado. Nos guste o no, la indumentaria que escogemos tiene un gran pes para transmitir credibilidad y profesionalidad, porque tiene que ir alineada con nuestros objetivos y ser coherente con el mensaje que hayamos decidido transmitir.
"El 55% de la opinión que se hacen los otros de nosotros es sólo por la apariencia, como vestimos no es una decisión superficial"
Qué significa tener una imagen creíble y profesional?
Hay alguna fórmula secreta? Existe el look profesional perfecto? Pues no, puesto que depende de cada sector, de cada empresa, de cada departamento y, en definitiva, de cada persona. Todos tienen unos objetivos de imagen diferentes y esto es el que el empresario también tiene que tener en cuenta. No se puede aplicar el mismo código de vestimenta a todos, hay que ser versátil y realista y avanzar hacia un protocolo menos estricto y universal.
Pedirle a una empresa de programadores, que no tienen que estar de cara al cliente, que vayan con traje de etiqueta es ridículo. Entender que en una misma empresa se pueden interrelacionar diferentes tipos de protocolos e indumentaria sin perder la esencia de la corporación, sería un gran adelanto. Eso sí, fácil no es. Hay que evaluar cada departamento y entender sus objetivos de imagen, y a partir de allí decidir como tiene que ser la línea general de la indumentaria. Además de (y esto es clave) el compromiso del trabajador al respetar la propuesta. Está claro que para todo el mundo es más sencillo "el uno para todos y todos para un estilístico".
"No se puede aplicar el mismo código de vestimenta a todos, hay que ser versátil y realista y avanzar hacia un protocolo menos estricto y universal"
El trabajador por su parte, también tiene que entender que cuando firma un contrato con la empresa está aceptando representar los valores y la filosofía de la compañía, por lo tanto, además de sus capacidades, tiene que tener un comportamiento adecuado y como no, una vestimenta que cumpla los requisitos de imagen. Es decir, si al entrar en una empresa, o cuando ya formas parte, nos exigen un cierto código de vestimenta, no estamos perdiendo nuestra identidad, sino que es la posibilidad de descubrir unos registros estilísticos nuevos que quizás antes no nos habíamos planteado. Cómo dice Elizabeth Gilbert "por qué no intentarlo? No hay nada a perder y quizás mucho para descubrir".