El debate sobre si la robótica "amenaza" los trabajadores de todo el mundo hace tiempo que es muy presente en nuestra sociedad. No es un debate nuevo y la sociedad lo ha vivido en diferentes momentos de su historia. En este sentido, las cifras publicadas recientemente por la International Federation of Robotics (IFR) pueden neguitejar más de un lector: durante el 2017, se incorporaron más de 381.000 robots industriales al parque mundial, un 30% más que en el 2016, de los cuales casi 4.200 en España.
"Hay 32.300 robots trabajando en procesos industriales en España"
Esto supone que actualmente hay unos 2,1 millones de robots trabajando en procesos industriales en todo el mundo, alrededor de 32.300 en España. No se disponen de datos desglosados para Cataluña, pero dado el carácter industrial de nuestra economía y la presencia de empresas automovilísticas -las más robotizadas- como Seat y Nissan, podemos deducir que Cataluña está muy posicionada en este sector, a pesar de que las pequeñas y medianas industrias no han hecho esta incorporación.
Estos 2,1 millones de robots pueden parecer muchos, pero globalmente suponen sólo 85 robots por cada 10.000 trabajadores de empresas industriales. Si tenemos en cuenta que Corea del Sur, el país con una densidad de robots más alta del mundo -710 por cada 10.000 trabajadores- tiene un paro del 3,2%, se podría deducir que esto parece no suponer un inconveniente para el mercado laboral.
Pero la robótica es sólo una de las tecnologías emergentes que están impulsando la llamada Cuarta Revolución Industrial. A su lado, la inteligencia artificial, la Internet de las Cosas (YATE), la fabricación aditiva (o impresión 3D), la computación en la nube y el big data, entre otros, están en el corazón de la conocida Industria 4.0.
Si lo limitáramos al ámbito específicamente industrial, su impacto estaría relativamente acotat, puesto que en Europa supone menos del 20% de la generación del PIB. Pero la transformación digital que permiten todas estas tecnologías emergentes afectan de forma similar, y sin distinción, el resto de sectores de actividad económica, de forma que ya estamos hablando de agricultura 4.0, salud 4.0, movilidad 4.0, infraestructuras 4.0 o comercio 4.0.
Alrededor del impacto de la transformación digital en el mercado laboral se ha escrito mucha literatura, con opiniones de todos tipos, algunas más fundamentadas que otros. Parece haber bastante consenso en el hecho que, como ya pasó en anteriores transformaciones de los procesos productivos (introducción de la máquina de vapor, del motor eléctrico o de la informática), algunas actividades desaparecerán y, en paralelo, será necesario actualizar los conocimientos y las habilidades de las personas que actualmente realizan estas tareas.
"No hay consenso sobre si el saldo final entre los lugares destruidos y los creados por las nuevas tecnologías será positivo o negativo"
En cambio no hay consenso sobre si el saldo final entre los lugares destruidos y los creados por las nuevas tecnologías será positivo o negativo. Un reciente estudio de la Generalitat de Cataluña destaca que si bien el 35% de los actuales puestos de trabajo tienen una alta probabilidad de ser automatizados, esto no quiere decir que todos ellos serán sustituidos por robots.
Es más, en términos agregados, ofrece un resultado global positivo en +0,7% de la ocupación originada por la automatización en el periodo 2014-2030, aunque con diferencias según los sectores: creación de puestos de trabajo en sectores como los de equipamientos eléctricos, informáticos, electrónicos y ópticos, o pérdida en la industria del papel y artes gráficas o las industrias químicas, farmacéuticas y alimentarias. Por el contrario, un informe de McKinsey avanza que, a escala global, más de 800 millones de trabajadores podrían pasar a ser sustituidos por robots en 2030.
Ante este nuevos retos, hay que recordar la frase de la Ylva Johanson, ministra sueca de Trabajo, sobre que habría que hacer: "No protegeremos los puestos de trabajo. Protegeremos los trabajadores". Más nos vale empezar a pensar ya como hacerlo, porque las consecuencias de la transformación digital llegarán con mucha rapidez, para no decir que ya son aquí.