“La semana pasada, el tiempo de uso del dispositivo disminuyó en un 12%, con una media de 5 horas y 12 minutos al día”, me informa mi smartphone el lunes a primera hora. Un tercio de mi día lo paso cara al móvil, sin contar las horas de portátil que, sin exagerar, suponen el otro tercio de la jornada. Las 5 horas restantes, las empleo paseando a Bowie, comiendo y entrenando. Poco más.
Mi teléfono me permite consultar los datos de uso hasta la semana del 13 de abril y observo que me mantengo en una media de entre 5 y 6 horas diarias de uso de mi móvil. ¿Es mucho o poco? Teniendo en cuenta la actividad a la que me dedico, es relativamente normal que en la mayor parte de mi jornada laboral esté presente algún dispositivo que me permita escribir este artículo, consultar datos en internet, revisar las interacciones en mis perfiles sociales, mantener videollamadas o realizar o recibir webinars. Todo normal en mi caso.
Según una encuesta de McKinsey & Company, el uso de internet por parte de los españoles ha crecido 14 puntos porcentuales como consecuencia del confinamiento. Antes era un 78% de los internautas los que reconocían usar al menos un servicio digital; ahora, la cifra llega al 92% y ocho de cada diez encuestados afirma que seguirá con los hábitos digitales adquiridos durante el periodo de cuarentena cuanto todo esto pase.
La encuesta de McKinsey revela que ocho de cada diez encuestados afirma que seguirá con los hábitos digitales adquiridos durante el periodo de cuarentena cuanto todo esto pase
Sin embargo creo que la saturación digital ha entrado en escena y tengo dos argumentos -sin evidencia científica ni estadística- en los que basar mi opinión. Esta semana imparto dos webinars sobre identidad digital para diferentes escuelas de negocio y si bien las semanas anteriores el aforo rondaba las 200 personas –eso sí, eran gratuitos para los asistentes-, esta semana es difícil llegar a la decena. Aparte del obligatorio paso por caja de los nuevos webinars, en un momento en el que la red está inundada de contenidos gratis, muchas personas están empachadas, sobrepasadas y descentradas. En los primeros días de mayo podría haber llenado mi calendario digital de citas interesantísimas de todas las temáticas imaginables: insurtech, economía circular, maquillaje, coaching, taller de escritura, marketing digital, teletrabajo… Obviamente, no podría llegar a todas. Solo me quedan 5 horas diarias para otras tareas que no tengan que ver con la conectividad. ¿Os imagináis que además respondiera a cada cadena, reto o challenge de los que me lanzan en redes sociales? ¡No hay discos, libros, canciones, películas o memes suficientes para responderlos a todos! Por suerte, mi condición de freelance me ha obligado a aprender a gestionar mi tiempo.
Intuyo que el empacho digital empieza a hacer mella, porque una cosa es usar internet para realizar todo aquello que no podemos hacer de manera presencial –banca, compra, ocio- y otra, pasar las 15 horas que estamos despiertas, consumiendo contenidos digitales.
El otro argumento lo veo desde el sábado y en diferentes momentos del día. Nunca he visto tanta gente paseando por el barranco donde llevo dos años sin cruzarme con nadie. ¡Con nadie! Cada día lo recorría dos veces –antes de la pandemia- y rara vez coincidía con otra persona que también paseaba a su perro. Sin embargo, desde el 2 de mayo, he de pensar bien por dónde caminar para no pasar cerca de las docenas de personas que se echan a caminar, correr y pasear en las franjas permitidas en esta fase 0.
Nuestro tiempo de uso digital ha pasado de 0 a 100 en cinco semanas, por pura necesidad. Pero estamos hartas, cansadas y saturadas.