Cada día, hacia las 6 de la tarde, el ascensor de mi edificio apesta a lejía. Algún vecino, armado con un vaporizador, rocía las paredes, puertas y botones. Aunque Florencio, nuestro conserje, se aplica cada mañana para limpiar y desinfectar las zonas comunes, deben de pensar que no es suficiente para protegerse de un posible contagio. El miedo es muy poderoso. Y la ignorancia.
En algunos pueblos, las llantas y carrocerías de los coches aparcados en las calles se están oxidando por el continuo paso de los tractores que pulverizan las aceras con lejía, un desinfectante que es tan poco eficaz cuando no lleva la dilución adecuada, como perjudicial cuando se vaporiza sin fin y en los lugares en los que no es preciso porque no tienen la concurrencia de un centro de salud o un supermercado.
Y ahora, con la llegada de las fase 0 y 1, es el momento del ozono, un biocida que no tiene demostrada su eficacia ni contra los virus ni a nivel ambiental en las concentraciones en las que es seguro para la salud. La OMS reconoce su uso desinfectante sí, pero para el agua. Sin embargo, desde hace unos días, el ozono se ha colado en todos los informativos y es el nuevo producto milagro con “eficacia probada” contra el Covid-19. No hay tienda de ropa, empresa de taxis, peluquería o estanco sin su máquina vaporizadora de ozono. El miedo es muy poderoso decía, ¡y el marketing!
Mi admirada Boticaria García, a quien no le da la vida para desmontar los mitos, bulos y rumores de esta pandemia, ha llevado este lunes a sus directos a una experta en desinfección y no dejó puntada sin hilo. Milagros Fernández, directora de la Asociación Nacional de Empresas de Sanidad Ambiental (ANECPLA) ha aclarado que “todos los productos químicos conllevan riesgos y el ozono es un producto químico que tiene sus limitaciones en función de la concentración que lleve”. Vamos, como la lejía.
Los datos que existen del valor límite ambiental donde el ozono es seguro para las personas son de 0,12 partes por millón. Sin embargo, los estudios dicen que el ozono es eficaz como biocida cuando la concentración está entre 20 y 80 partes por millón, o sea 200 veces superior. Para que nos entendamos, a partir de 5 partes por millón, es peligroso para la salud.
Por ese motivo cuando se utiliza el ozono para desinfectar hace falta un tiempo de ventilación porque este elemento químico tiende a expandirse y no puede haber gente en el mismo espacio en el que se utiliza.
Así que, las máquinas que están pulverizando ozono en los comercios con concentraciones muy bajitas, son un invento del marketing que está jugando con la salud de todos y con el bolsillo de los autónomos. El ozono se ha utilizado para eliminar malos olores en baños, en coches, para desinfectar quirófanos y para ello se utiliza maquinaria homologada y registrada. Sin embargo, se están vendiendo máquinas de ozono como churros sin estar notificadas en el registro del Ministerio de Sanidad y sin que a día de hoy se haya avalado el ozono como desinfectante ambiental o de superficie por ninguna autoridad nacional o internacional en concentraciones, insisto, que no sean perjudiciales para la salud.
"Las máquinas que están pulverizando ozono en los comercios con concentraciones muy bajitas son un invento del marketing que está jugando con la salud de todos y con el bolsillo de los autónomos"
El miedo, la ignorancia y el marketing son un trío peligroso. Si hay un listado detallado de la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas que ocupa 49 páginas, con el riego valorado, el detalle de las aplicaciones, concentraciones, etc, ¿qué narices pinta el ozono en todo esto? Tendría guasa que intentemos controlar una neumonía provocada por un virus y que al intentar frenarlo con ozono se provoquen otros problemas respiratorios o de la piel. O que por pensar que estamos a salvo cuando entramos en un comercio “protegido con ozono”, no usemos mascarilla o no mantengamos la distancia de seguridad.
No existen los espacios “Covid free”, explica Milagros Fernández, porque en el momento en el que se desinfecta un lugar con un producto químico y entra una persona portadora o contagiada, ese espacio ya está contaminado de nuevo”.
Ni siquiera los aviones, que aunque están dotados de un sistema de aire que permite su renovación cada dos y tres minutos – filtro HEPA– con una eficiencia del 99,9% contra virus y bacterias, pueden asegurar que sus pasajeros no se contagien. La polémica surgida por el vuelo de Iberia Express entre Madrid y Gran Canaria denunciado por la Guardia Civil por ir más lleno de lo que tocaba –aunque entre unos y otros es difícil de saber cuál es la norma exacta-,∫ es un claro ejemplo de cómo se está gestionando la información en cuanto a las posibilidades de contagio.
Jesús Elices, senior manager de Estándares y Procedimientos de Iberia explica en este vídeo que con la recirculación del aire dentro de la cabina y su filtrado y si los pasajeros llevan mascarillas en el avión, es igual a estar a dos metros en cualquier otro sitio llevando mascarillas. Sin embargo, hablamos del aire estéril dentro de la cabina, no de las superficies que, con guantes o sin ellos, cualquier pasajero portador o contagiado pueda tocar y dispersar por el avión.
En estos días de lejía, ozono y aire contaminado fantaseo con volar a Costa Rica, un país con una tasa de mortalidad por el Covid-19 del 0,78% -de las más bajas del mundo- y donde la clave en el control de la pandemia han sido las decisiones científicas y técnicas.
Apuesto a que los costarricenses no han visto una máquina vaporizadora de ozono en su vida.